domingo, 24 de octubre de 2010

Instintos Peligrosos - Cap 5 - Naty Celeste


Summary: Qué hubiera pasado si los papeles se hubieran invertido?

Disclaimer: Los personajes son de la grandiosa Stephenie Meyer, y la historia es mía =D

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Capítulo 5 Dejándose llevar

Al salir al estacionamiento, Bella levantó la vista y buscó, casi inconscientemente, a su alrededor. Deseó patearse a sí misma cuando notó que lo buscaba a él y mas aún cuando notó la forma en que su pecho se infló al verlo cerca de su carro, acomodando unos papeles en el asiento trasero. Claro que no tenía nada que acomodar, todos sus libros estaban cuidadosamente metidos dentro de su bolsa. Pero quería hacer tiempo. Por incorrecto que pudiera ser, quería verla de nuevo.

- ¿Señorita Stahl…? -murmuró casi sin sonido cuando ella pasó cerca, fingiendo no notarlo y dirigiéndose a su vehículo. Volteó lentamente para encararlo, y él otra vez tenía el ceño fruncido. La expresión que le hacía preguntarse qué rayos estaba pensando.

Decidió mantener una distancia prudente. Una con la que pudiera evitar más fácilmente arrojársele encima.

- Siento mucho lo que sucedió antes -susurró luego de mirar alrededor, asegurándose de que nadie lo escucharía. Ella negó con la cabeza, pero él continuó-. Usted es mi profesora, no debí hacerlo.

- No te preocupes, no ha pasado nada -respondió sonriéndole. Claro que deseaba que así hubiera sido. No había podido dejar de pensar en ese beso. Ahora mismo, todo lo que quería era acorralarlo contra ese carro. O mejor aún, meterlo dentro y abusar de él justo en el estacionamiento del instituto. Se mordió el labio y apartó la mirada un segundo para evitarlo.

Los días siguientes, ambos hicieron un esfuerzo por mantenerse alejados. Edward se marchaba en cuanto tocaba la campana. Debía esforzarse por detener sus pies cada vez que, sin orden alguna, éstos comenzaban a caminar en dirección al salón que, él sabía, no debía visitar.

Bella, por su parte, no podía dejar de pensar en ello. Se suponía que ella fuera la que controlara la relación, la que tuviera a su presa en la palma de su mano, y no a la inversa. Apretó los dientes por milésima vez al sentir su mirada corriendo por su espalda. Ahora podía distinguirla tan claramente como si hubieran sido dedos los que la recorrían. Y vaya que hubiera deseado que fueran sus dedos recorriéndola. Paseándose por cada parte de su cuerpo, por cada centímetro de su piel.

Aunque al voltear, una vez más él miraba con atención sus apuntes. O al menos fingía hacerlo. Al sonar la campana, justo en el medio de una frase de Bella, todos parecieron apresurados por marcharse. Todos, excepto él. Edward no quería que la dulce tortura terminara. Era increíble lo mucho que deseaba acercarse, tocarla… pero también lo era lo mucho que dolía no poder hacerlo. Tener que limitarse a mirarla, a imaginársela entre sus brazos y alrededor de su cuerpo, y simplemente no poder hacerlo.

Cuando los demás comenzaron a ponerse de pie, y a hablar sobre lo que harían el fin de semana, no tuvo más opción que despegar sus ojos de ella, e irse. Era la primera vez que se permitía a sí mismo detenerse un segundo y contemplarla. Había extrañado tanto sus manos, su piel, su suavidad… Tragó en seco y se apresuró a la puerta, temiendo que si se quedaba un segundo más, jamás se marcharía.

Una vez en su carro, luego de clases, se detuvo frente al volante, esperando verla salir… pero nada sucedió. Ella no salía. Finalmente, puso el motor en marcha murmurando una blasfemia entre dientes, y dejó el auto quito por un momento, dándole una última oportunidad a su suerte. Se rindió al notar que ya habían pasado más de media hora desde la última campana.

- Que patético -murmuró para sí mismo y apoyó el pié en el acelerador, mientras negaba con la cabeza. Jamás una mujer le había afectado tanto.

Salió lentamente del aparcamiento y giró a la izquierda para emprender el camino a casa. No era largo, a penas unos quince minutos en carro, pero el tiempo se le hacía eterno cuando no podía controlar sus ideas. Gruñó a la nada y bajó la velocidad. Normalmente, adoraba conducir rápido, pero el llegar a una casa vacía, solo le recordaría que no podía tenerla. Que debería quedarse ahí, en lugar de correr a buscarla, como en realidad quería.

En el espejo retrovisor, una figura captó su atención. Por un segundo creyó que se estaba volviendo loco, que todo era producto de su imaginación, pero al parpadear, el carro no se desvaneció. Seguía ahí. Lejos, en la distancia. Era su carro. Era ella. Bajó la velocidad aún más, y al verlo acercarse no tuvo ninguna duda.

Claro que estaba seguro, había visto ese carro todos losillas, memorizando cada detalle como si su vida se le fuera en ello, sólo por el simple hecho de que ella era quien lo conducía. Sólo para ser capaz de identificarlo si lo viera por el pueblo, o en alguna otra ciudad.

Con el corazón latiéndole a mil por hora, se orilló a un lado del camino y suspiró profundamente antes de apagar el motor. No podía seguir de esa manera. Ya no podía tenerla tan cerca, y sentirla tan lejos. Con determinación, más de la que él hubiera creído posible, abrió la puerta y se bajó, quedando de pié en el medio del camino. Nadie pasaba por allí de todas formas, y así ella tendría que detenerse al verlo.

Y así lo hizo. Por supuesto que Bella ya sabía que era él quien conducía ese automóvil, pero decidió no decírselo. Al menos si él no lo sabía, no sería tan patética. Perseguir a un simple humano por las calles, deseando verlo, hablarle… era cierto: se había vuelto loca. Pero qué más daba. Aparcó detrás de él y se bajó lentamente, quedándose a un lado de la puerta.

- ¿Qué hace aquí? -preguntó él, casi en un susurro. Solo un par de metros se interponía entre ellos. Bella solo se encogió de hombros. No sabía qué responder. Nada sería lo suficientemente preciso. Había pensado que lo seguía para matarlo. Para liberarse de una vez por todas, pero solo un vistazo a sus ojos y ya sabía que nunca lo había considerado en realidad. Sabía que esa no había sido la razón. Pero responder “necesitaba verte” era simplemente demasiado. Demasiado idiota, demasiado patético, demasiado imposible. Se mordió el labio, nerviosa, pues era la primera vez en décadas en la que no sabía qué decir. No sabía cómo escaparse de una pregunta con palabras hábiles y artilugios del idioma.

Sólo ese gesto bastó para que Edward deshiciera la distancia que los separaba con unos cuantos pasos. Una vez más sus cuerpos se amoldaron el uno al otro cuando él la tomó por la cintura y pegó sus labios a los de ella, ardiente con el deseo de volver a sentirla.

Bella permitió que la dirigiera un paso hacia atrás hasta toparse con el auto, y se volvió loca al sentir el vibrante cuerpo del muchacho pegado a cada curva del suyo. Moviéndose rítmicamente a causa de la respiración agitada. Sintió su corazón, casi golpeando contra su pecho, incluso a pesar de la tela que los separaba, e imaginó por un momento que se trataba del suyo, latiendo de nuevo, acelerado por todo lo que ese beso le provocaba.

Enredó sus dedos en el cabello de su nuca, y respiró su aroma a pesar del ardor en su garganta. Una de las piernas de Edward se presionaba con fuerza contra su cuerpo, y no estaba segura de si el chico era consiente de lo que le provocaba. El calor de su cuerpo expandiéndose por cada rincón, por cada recoveco del suyo. Cuando lo sintió alejando su rostro, su respiración estaba agitada, incluso aunque no necesitara de ella. Aunque quizás ahora sí lo hacía. Ahora necesitaba de su perfume, de su fragancia.

- Lo siento -susurró Edward en la voz más tenue posible.

- Deja de decir eso -replicó ella, repentinamente enfadada. Era irritante que su conciencia no pudiera soportar un simple beso. Bueno, lo de “beso” era correcto, aunque ciertamente no había sido simple. Él negó con la cabeza.

- Siento no haber hecho esto antes -aclaró, y luego posó su mano en la suave piel de su mejilla, quitando los cabellos que se atravesaban en su camino, y volvió a besarla. Esta vez más calmado, más paciente… más dulce.

Claro que si bien el beso había bajado de intensidad, ciertamente sus manos se encargaban de compensarlo. Una de ellas se deslizaba por su cintura, mientras que la otra corría libre por su espalda, presionando su cuerpo contra el de él.

Poco a poco ella se fue abriendo paso en su boca. No planeaba matarlo todavía, pero eso no quitaba que deseara todo el sabor que pudiera conseguir. Un automóvil pasó por detrás de Edward y éste a penas fue lo suficientemente rápido como para ocultar de la vista a la mujer que lo acompañaba… a la profesora que lo acompañaba.

- Quizás… quizás debamos ir a otro lugar -susurró él, cuando la idea de ser atrapados se abrió paso por su cabeza. No era apropiado estar haciendo algo como eso con una profesora… pero mucho menos en el medio de la calle. Claro que lo había dicho en contra de su voluntad. No quería ni pensar en la idea de separarse de ella-. A mi casa -sugirió. Bella a penas asintió antes de sentir la sonrisa de Edward en sus labios.

- Vamos en tu carro -musitó, imaginándose a sí misma deslizando sus manos por el torneado pecho mientras él intentaba concentrarse en conducir. Pero la idea se esfumó cuando él negó con la cabeza entre besos.

- Alguien podría vernos -argumentó-. Te despedirían. Me expulsarían -a pesar de sus palabras, no parecía ser capaz de alejarse, incluso estando completamente consiente de que se encontraban al aire libre-. Deberíamos ir en autos separados. Vivo a solo unos minutos. Usted podría seguirme.

Ella frunció el ceño, pero no por la idea, sino por la forma en la que la había llamado. “Usted”. “Señorita Stahl”. Se recordó a sí misma que eso era bueno. Esa era su identidad por ahora. Su nombre. Pero entonces, ¿por qué le costó tanto trabajo fingir una sonrisa?

Edward finalmente se alejó, con un último beso, y la miró a los ojos. Esos ojos que estaban comenzando a volverse más extraños. Más oscuros y más rojizos a la vez.

- Vamos -instó, y ella asintió de nuevo con la cabeza, subiéndose a su carro y poniéndolo en marcha lo más pronto posible. Siguiéndolo.

El viaje duró a penas unos tres minutos. El muchacho conducía como un piloto de carreras. Incluso podría decir que conducía casi tan bien como un vampiro. Sus reflejos eran rápidos, y disfrutaba rozar el límite de velocidad de su automóvil, el cual estaba unos cuantos kilómetros más arriba que el límite legal.

A llegar, aparcó sin problemas en el lugar de siempre y se bajó justo para cuando ella apagaba el motor. Se apresuró a abrirle la puerta y extendió una mano para ayudarla a bajar. Bella no pudo evitar sonreír, había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien había hecho eso por ella. Incluso siendo tan hermosa como era, los hombres ya no tenían gestos como esos.

- Aquí vivo -murmuró gesticulando hacia la casa-. Quizás podamos tomar un café o algo así -agregó al no saber qué más decir.

- Quizás -concedió ella, no queriendo decirle que esa no era una posibilidad. Edward no soltó su mano mientras la dirigía a la casa. No quería hacerlo. Su cuerpo no se lo permitía. En cuanto cerró la puerta tras él, volvió a besarla, pero había algo mal. Ella no lo besaba de vuelta.

- ¿Qué sucede? -le preguntó. Ella negó con la cabeza mirando alrededor.

- Hay alguien en la casa -susurró acercándose a su oído, y luego se alejó, poniendo una mano en el pecho del muchacho y empujándolo sin fuerza para indicarle que guardara las distancias. Él soltó una pequeña risa sofocada.

- No hay nadie -dijo en el mismo tono.

- ¿Edward? -una voz de mujer lo sobresaltó, haciendo que diera un salto hacia atrás. Bella sonrió con suficiencia. Le lanzó una mirada que claramente decía “te lo dije”.

Solo tuvieron tiempo de acomodarse un poco la ropa y adoptar posturas más formales antes de que la mujer de mediana edad entrara en el hall.

- ¡Oh! Hola -saludó. Su tono demostraba que se sentía un poco confundida-. Soy Esme -avanzó unos cuantos pasos y le ofreció la mano a modo de saludo. Bella lo dudó, pero luego de un segundo la estrechó. Se hubiera visto muy mal si no lo hiciera. De todos modos, la pequeña mujer con rostro amable no hizo ningún gesto por su temperatura. Probablemente lo había atribuido a las bajas temperaturas.

- Belinda -se presentó, tragándose el impulso de decirle su verdadero nombre. Había algo en esos enormes ojos, que le decía que podría decirle cualquier cosa a esa mujer. Soltó su mano y se alejó un par de pasos.

- ¡Claro! He escuchado mucho sobre ti -por un segundo Bella se envaró, pensando que Edward le había contado algo sobre ellos, pero luego Esme continuó hablando-. Eres la profesora sustituta ¿cierto? -aunque había pensado que se aliviaría de que la madre de Edward no supiera nada, algo en esa frase hizo que frunciera el ceño, pero no estaba muy segura de qué. Así que se obligó a sí misma a dibujar una sonrisa en su rostro, y asintió.

- Vino a traerme unos apuntes que le presté ayer, mamá -la excusó Edward, que rogaba por que su madre no notara que ninguno de los dos llevaba ningún apunte. Esme lo miró, y luego sonrió a Bella.

- Muy amable de tu parte, querida -le dijo, y se expresión la hizo parecer astuta y dulce a la vez. Como una abuela que te atrapa comiendo dulces cuando sabes que no debes hacerlo.

- No fue problema, señora Cullen… Bueno, creo que me iré a casa -agregó moviéndose hacia la puerta. El ambiente familiar estaba comenzando a incomodarla-. Fue un placer conocerla -dijo con tono cordial, y luego se mordió el labio cuando comprendió que no se trataba de una mentira. De verdad no le había molestado conocerla-. No olvides la tarea, Edward, nos vemos en clase.

- Adiós Señorita Stahl. No olvidaré nada de lo de hoy -murmuró con tono inocente. Aunque claro, Bella sonrió al abrir la puerta. Casi sentía que se ruborizaría de un momento a otro, si es que hubiera sido posible.

- Así que… ¿saliste temprano del trabajo? -preguntó Edward una vez Bella estuvo fuera. Esme asintió con la cabeza y le sonrió.

- Dime una cosa… ¿Qué edad tiene Belinda? -su expresión era suspicaz. Él se mordió la lengua. Había estado a punto de responder, pero luego recordó que no debería saber algo como eso. Era demasiado personal. Así que se encogió de hombros.

- ¿Cómo voy a saberlo? -metió sus manos en los bolsillos y comenzó a subir la escalera-. Estaré en mi habitación -anunció.

Horas más tarde, después de cenar, escapó de nuevo a refugiarse tras puerta cerrada y un piso de diferencia. Se dejó caer contra la pared y enredó sus dedos en su cabello, suspirando frustrado. Su madre era demasiado intuitiva a veces. Y eso ciertamente no era nada bueno cuando se tenía algo con una profesora.

Se dejó caer en la cama, cubriéndose la cara con la almohada. Lo cierto era que no podía dejar de pensar en ella. Podía imaginársela con tanta claridad como si hubiera estado ahí con él. Y así lo hizo, visualizó en su cabeza cada detalle de su rostro, cada curva de su cuerpo, hasta que finalmente sucumbió al sueño. Aunque no había mucha diferencia. Consiente o no, ella seguía en sus pensamientos.

Bella simplemente no había conseguido irse. Se pateaba mentalmente, pero en cuanto se hubo alejado lo suficiente como para que su automóvil no quedara a la vista, lo dejó abandonado y volvió a pie a la casa de Edward. En ese momento podía escucharlo dentro, dando vueltas en la cama. Parecía inquieto. Se mordió el labio cuando estuvo segura de que todos en la casa dormían. Todo lo que quería era mirarlo.

Miró a los lados, sólo por rutina, más que para verificar si había alguien, y tomó carrera. De un salto aterrizó en el balcón de su habitación. Ahora podía verlo. Estaba completamente vestido, dando vueltas en la cama tamaño reina, acalorado, quizás. Suspiró y captó su aroma en el aire. Incluso con la ventana cerrada podía percibirlo. Pero quería más. Lo veía, lo olía, pero quería más. Quería sentirlo.

Notó como una mano se apoyaba en el cristal sin una orden consiente, y por una fracción de segundo deseo que el cristal se empañara. Deseo ser tan caliente como él. Tan cálida. Tan frágil. En cuanto entendió lo que estaba deseando, retiró la mano, alterada. Sacudió la cabeza y reprimió un quejido. Ella era una vampiresa. Era más hermosa de lo que jamás había sido, más fuerte que cualquier cosa y más rápida de lo que podría haberse imaginado. Pero entonces, ¿por qué todo lo que quería estaba del otro lado de ese vidrio?

Se estremeció sin poder evitarlo. De repente sentía frío, y eso la aterró. Hacía décadas que no sentía frío. No podía ser posible. No tenía temperatura ¿cierto? Su cuerpo respondió por ella. Su mano, nuevamente en el cristal, había abierto la puerta. Su corazón se estremeció al entenderlo: No tenía frío, sólo anhelaba su calor.

Pero cuando Edward suspiró, todo el miedo se fue al caño. Más tarde podría matarlo para acabar con toda aquella locura. Ahora solo quería verlo, sentir su calor, acercarse. Claro que no tendría excusa si el despertaba, pero ya no podía importarle menos. Sólo se acercó sigilosamente, moviéndose alumbrada solo por la luz de la luna. Dio unos cuantos pasos, hasta quedar a un lado de su cama, y observó la forma en la que la luz de la noche le daba un aspecto plateado a su cabello.

De esta forma parecía mayor. Pero bien podría ser por su ceño fruncido. Bella hizo una mueca con la boca, y antes de que pudiera siquiera pensarlo, sus dedos estaban en su rostro, acariciándolo. No había sido capaz de evitarlo. Primero sus facciones se relajaron, pero después de un segundo, sus párpados temblaron.

Bella dejó de respirar y se quedó completamente quieta. En parte para que no la notara, en parte porque ningún músculo de su cuerpo le respondía. Lo observó abriendo los ojos y luego mirándola directamente.

- ¿Qué…? –susurró con la voz un poco ronca. Se aclaró la garganta y se sentó para mirarla. Ella intentó alejarse un poco, pero parecía un ciervo atrapado por las luces de un camión.

- Yo no… -murmuró, pero luego se quedó callada. No tenía nada que decir. No podía decirle que lo sentía, ni tampoco explicarle por qué estaba ahí, ni cómo. Después de un segundo de silencio, él se puso de pie y rodeó la cama hasta quedar de frente a ella. Simplemente no podía creerlo. No era posible. Estaba seguro de que se trataba de un sueño. Otra fantasía. Otra ilusión. Pero cuando llevó sus dedos a ella, para mover un mechón de suave cabello, su cuerpo no se desvaneció ante su tacto. Colocó el mechón detrás de su oreja, trazando la línea de ella con las yemas de sus dedos, y dejó ahí su mano, posada a un lado de su mandíbula, tan naturalmente como si ahí perteneciera.

- ¿De verdad estás aquí? –preguntó sintiéndose un idiota, susurrando las palabras tan bajo como pudo, mirándola a los ojos para asegurarse de que no desapareciera. Bella se mordió el labio, pero no pudo responder.

Edward sonrió de lado y se acercó lentamente para besarla. Primero solo rozó sus labios, pero en cuanto inhaló su dulce perfume, el beso se volvió más desesperado, más ansioso. Suspiró en su boca y ahogó un gemido de alivio al sentirla por fin. Era real. Era ella. No tenía idea de cómo había llegado ahí, ni como había logrado entrar, pero no le importaba. Ahora solo ella era importante. Enredó sus dedos en el largo y sedoso cabello, y empleó toda su fuerza de voluntad para alejarse.

- ¿Qué sucede? –preguntó ella, observándolo. Reparó por un segundo en el color que habían tomado sus mejillas y luego se obligó a sí misma a apartar la vista. En lugar de eso, miró sus ojos. Se concentró en ellos para calmar la sed, para lograr pensar en algo más.

- No sé como debería llamarte –explicó él en voz baja. Ella sonrió-. Quiero decir, no creo que sea apropiado seguir llamándote Señorita Stahl ¿no crees? De todos modos, si prefiere que la llame de esa forma no tengo-

- Bella –lo cortó sin pensarlo demasiado, sólo para que no siguiera balbuceando. Por primera vez, la verborragia de un humano le resultaba tierna, en lugar de exasperante-. Puedes llamarme Bella -sabía perfectamente que debía haberle dicho “Belinda”, pero no pudo contenerse. No estaba segura de por qué, pero no quería que la llamara con el nombre de alguien más.

- Bella… -repitió él con una sonrisa, justo antes de besarla de nuevo. Se moría por saber que pensaba, pero no hizo preguntas. No habría preguntas esa noche.

8 comentarios:

  1. ¡Qué buen capítulo!
    Es de lo mas extraño verlos con los roles invertidos, ademas del toque tuyo, característica admirable, que le das a esta nueva perspectiva. Estoy disfrutando mucho este fic. Gracias por seguir escribiendo.
    Espero ansiosa el siguiente capítulo.
    Que estés bien.

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  2. que buen capitulo me encanto!
    esperare muy ansiosa el proximo este tardaste
    muchoo...bueno
    espero que estes bien, besos

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  3. Divina te quedo ASOMBROSO!!! Me encanto, y el fin fue espectacular, osea, ya dice todo lo que va a pasar son no tienes que escribirlo ajjajajaj. Muchos besitos!! Espero con ansias el proximo cap!!
    Te kiero♥

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  4. que no que no, como puedes dejar el capitulo asi, no puede ser, yo necesito mas que el comer, o el maldito aire, saber que leches pasa en esa habitacion, lo necesito, mira que no podre aguantar mucho, esta historia esta causando en mi lo mismo que causaron los libro de Meyer cuando los lei. No es mentira, lo digo en serio, es como volver a soñar con ellos, es como si se repitiera la historia, para mi fueron un cambio en mi vida, gracias a ellos empece a sentir cosas que ahora me han envuelto en este maravilloso mundo de los blogs, y tu historia esta causando lo mismo en mimente, asi que no me seas mala y dame un poquito mas, un poquito solo

    uuuuuffffff, no quiero parecer desesperada, pero es que lo estoy, este capitulo lo saboree de una forma increible, como la beso en el aparcameinto y luego en su casa, para terminar como Edward en crepusculo , dentro de su habiatacion y ahora ¿que?
    no me hagas sufrir que mira que naci sin paciencia

    un beso en agradecimiento y estare expectante para saber que pasa

    Irene

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  5. Naty mi naty!!!
    que buen capitulo mujer esta bella me encnataa y ese edwad wow!!!!!
    quiero un porfesor como el dond elo pidooooo
    dioooooos no me importa esperar dos decasdas por leerlos son tan jodidamente buenos... y Esme madre es madre a una madre no se le puede negar nada y esme no lo dejara pasar !!! aaaaaaa moriiii!!1
    genialisimo este capitulo
    llamame Bella cariñso hahahahahaa XD

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  6. estoy hecha una locaaaaaaaaa!! no puede serrr porq porq me edjan asiiiiiiiiii nooooooooooooo no tienen piedad de miiiii

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  7. OME!!!!!!!! OH NATY!!!!!!!!!!!
    Eres divina, magnifica, me moria de ganas por leer este capitulo, y debo decir que superaste mi imaginación... wow, te quedo espectacuklar y que final tan más acertado, lo dice todo por si solo, wow, te amo Naty, no se que haria sin tus historiaz.
    ME MUERO DE ANSIAS POR EL SIGUIENTE CAP.

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  8. Natyyyyy!!! me tenias preocupada! lleaba un mes esperando el capitulo y aqui lo tenemos! impresionante la hstoria! cada dia te superas! esperare ansiosa el proximo! Te mando animos y mucha fueza positiva para continuar con la historia! un beso enormeee

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Por favor dejanos tu !!AULLIDO!!... asi es, !!TU AULLIDO!!
Y que se escuche fuerte y claro ya que son los que nos alimentan a seguir escribiendo^^
Ademas seras recompensado con un Edward, o el Cullen o lobo que quieras... (Menos Jacob, ese es !MIO!)XP
Kokoro



AULLA!!

Pueden robarte cada frase, cada palabra, cada suspiro y hasta el ultimo de los alientos. Pero, hay algo que tu sabes y que todas sabemos... aunque te roben todas tus ideas siempre tendras mas y mejores, por que luego de cada golpe siempre volveras mas fuerte.
Gracias Annie...