sábado, 7 de agosto de 2010

Herencia Maldita - Cap 14 - Naty Celeste

Disclaimer: La Saga Twilight y los personajes originales son de la increíble Sthephenie Meyer, los personajes adicionales y la historia son mias (ojalá eso no sea algo malo XD)

Summary: El nunca quiso esto, todo lo que deseaba era ser normal, pero eso no era lo que el destino le deparaba al hijo de una híbrida y un licántropo.

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Capítulo 14 Confrontación

Abrí la puerta a la casa mientras intentaba escuchar lo que pasaba dentro. Un silencio sepulcral se adueñaba de la sala. A penas se lograba distinguir los ritmos cardiacos de mis padres. Hubiera pensado que estaban solos si no hubiera sido Edward el que me había hablado antes.

Cuando miré las posiciones que habían adoptado, tuve que tragar en seco y concentrarme en no apretar los dientes. Carlisle y Edward ocupaban los puestos principales en el centro de la sala. Jasper se mantenía a un lado de Edward, un poco más atrás. Emmett, Rose y Alice permanecían en el sofá más grande. Mi padre se había apoyado contra la pared más lejana, a mí derecha, y mi madre estaba de pie junto a él, tomándolo del brazo. Esme y Bella ocupaban uno de los sillones más pequeños. No veía a Lexy.

- ¿Qué va mal? –solté a través de mis dientes, intentando controlar el latido frenético de mi corazón. El ambiente era parecido al de un funeral… igual al ambiente que había permanecido durante días en la casa después de que había matado a Beky. Tragué en seco. Quizás tuviera algo que ver con eso, o con mi partida… o quizás con la manada…

- Es sobre Meg –respondió mi abuelo a mi monólogo interno. Esas tres palabras me congelaron la sangre en las venas. Literalmente pude sentir como la sangre abandonaba mi rostro.

- ¿Qué hay con Meg? –pregunté a la defensiva, mis manos comenzando a temblar por la simple mención de su nombre en una situación así, y con un tono como ese.

- ¿Por qué no te sientas, William? –murmuró Carlisle. Me costó horrores despegar mis ojos de los de Edward, pero después de un rato lo hice, mirándolo fijamente.

- ¿Qué pasa con Meg? –volví a preguntar, esta vez con un poco más de volumen. Jasper dio un paso al frente para alinearse con Edward y Carlisle, y Emmett se envaró en su asiento. Casi pude sentir las oleadas de calma que Jasper intentaba mandarme.

- Sigo sin creer que esto sea una buena idea –murmuró Rose. No la miré. Volví mis ojos a mi abuelo para intentar saber lo que pensaba. Soltó un largo suspiro y habló en voz baja.

- Tú, mejor que nadie sabes que al leer mentes uno escucha cosas que preferiría no saber.

Me llevé una mano a la frente para masajearme las sienes, me costaba pensar claramente, y solo quería saber qué le sucedía a Meg.

- Créeme que estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos –murmuró Carlisle.

- ¡Con un demonio, que alguien me diga qué diablos pasa con Meg! –casi grité. Todos se quedaron en silencio y Emmett se puso de pie a la defensiva. Papá se envaró y dio un paso adelante. Pero él no estaba en la postura de contenerme, si no que parecía dispuesto a interponerse entre mi tío y yo mismo, tomando mi lugar si se alzaba una pelea.

Jasper dio otro paso al frente y ambos relajaron sus posturas, quedando un poco menos alertas que antes.

- Papá –lo llamé. Tardó un segundo en mirarme-. Dime qué sucede –pedí. Él frunció la boca en una mueca. No parecía dispuesto a hablar, y tardó unos cuantos segundos en hacerlo.

- Meg… ella no te ha dicho todo, hijo –asentí con la cabeza. Claro que ya lo sabía, su reacción de esa mañana la había delatado-. Claro que no podemos estar seguros… -vi de reojo cómo Edward hacía una mueca irónica-. Pero creemos que ella está enferma, Will.

El aire de repente se escapó de mis pulmones sin que pareciera ser capaz de encontrar más en esa habitación fría y monótona, que de repente parecía dar vueltas sobre su eje. Cerré los ojos para detener la sensación.

- ¿“Enferma”? –repetí, obligándome a mí mismo a escupir la palabra. Mi corazón se estremeció de sólo pensarlo. Cuando volví a abrir los ojos miré a Edward esperando una respuesta. Asintió con la cabeza muy despacio, sin quitar su mirada de mí. Se me revolvió el estómago, pero intenté mantenerme calmado… bueno, al menos todo lo que me era posible.

- Respira –me recordó alguien cuya voz no reconocí. Intenté tomar aire, pero mi garganta parecía haberse cerrado. Mis manos, convertidas en puños que se sentían como acero contra los costados de mi cuerpo. Mi mente, aturdida y alerta al mismo tiempo, buscaba posibles explicaciones para lo que me decían. Posibles salidas. Quizás no fuera algo grave, quizás solo se tratara de un simple tratamiento.

- William… -murmuró Edward en voz baja.

- No –repliqué intentando no escuchar lo que decía. Analicé lo que había vivido con Meg en los últimos meses. No parecía mostrar síntomas de nada grave… salvo el asma, nunca la había escuchado quejarse de nada. Quizás un par de jaquecas, pero nada grave. La vez que la encontré en el piso simplemente se había tropezado. No podía ser nada serio. Negué con la cabeza y di un paso atrás.

- ¿Qué le sucede? –preguntó alguien-. ¿Qué piensa?

No levanté la vista para identificar quién hablaba. Las jaquecas, el desmayo, las desapariciones esporádicas, la fatiga…

- Lo sabe –murmuró otra voz, que a estas alturas ya me parecía irreconocible.

- No –repetí.

- Wil-

- ¡No! –grité a quien fuera que me hablaba sin despegar la vista del piso. Debía ser mentira, debía ser una pesadilla. No pude respirar y me dirigí a la puerta rápidamente, caminando hacia atrás. Tenía que verla. Tenía que escuchar de sus labios que todo esto era un invento.

No recuerdo haber caminado por el jardín, ni tampoco haber subido las escaleras hasta el cuarto en el que la escuchaba. Cuando me paré en el umbral de la puerta, mi visión estaba tintada de rojo, y mis dientes estaban a punto de romperse por la presión de mi mandíbula. ¿Cómo rayos se atrevían a decir cosas como esas?

Meg estaba en cuclillas de nuevo, buscando algo en su maleta una vez más. La miré por un segundo intentando calmarme para que mis manos dejaran de temblar… y entonces la vi en realidad.

Llevaba en la mano un tubo transparente. En un primer vistazo pensé que era su inhalador, pero luego escuché cómo le quitaba la tapa y lo agitaba contra su mano. Se llevó a la boca algo y luego tragó penosamente con la garganta seca. La palabra revoloteó por mi mente como si hubiera sido el pensamiento de alguien más: “medicinas”.

- No –solté mientras el aire se escapaba de mis pulmones de nuevo. Meg se sobresaltó y se puso de pie de inmediato, volteando y escondiendo su mano detrás de su espalda. Casi no podía verla a través de las lágrimas que se habían agolpado en mis ojos.

- ¡Will! –casi gritó. Tragué audiblemente, intentando pasar el nudo de mi garganta. La ira se mezclaba y retorcía con el dolor de considerar la posibilidad de perderla-. No te escuché llegar –murmuró después de un segundo. El sonido de su voz no me consoló, como siempre lo hacía, simplemente mandó una descarga más de puntadas a mi pecho. No podía estar enferma… no podía dejarme ahora que la había encontrado. Ahora que lo era todo para mí.

- Dime que no es cierto –supliqué en un susurro, con la voz ahogada al punto en el que casi no se me entendía.

Su postura cambió de inmediato, sus hombros cuadrándose de nuevo y su barbilla levantándose. La conocía demasiado bien: estaba a la defensiva.

- No sé de qué estás hablando –anunció con una sonrisa fingida. Sentí el dolor agudo en mi corazón, distinguiendo el momento exacto en el que se hizo pedazos. Cerré los ojos y sentí una lágrima correr por mi mejilla. Intenté con todas mis fuerzas despertar de la horrible pesadilla que me rodeaba… pero al abrir los ojos ella seguía ahí, enfrentándome. Intenté tomar aire para hablar, pero al hacerlo no fui capaz de sentirlo pasando a mis pulmones.

- ¿Estás enferma? –pregunté en un tono aún más bajo, una puntada de miedo recorriéndome la columna vertebral y clavándose en mi pecho. Soltó un bufido y me sostuve del marco de la puerta para no caer de rodillas al piso.

- ¿A qué te refieres? –preguntó con un tono que pretendía ser inocente, un tono que hizo que se me revolviera el estómago. La ira se arremolinaba a mí alrededor de nuevo. No podía engañarme. Ya no. Volví a verlo todo rojo cuando me acerqué a paso firme hasta quedar demasiado cerca de su cuerpo, mi rostro a menos de veinte centímetros del suyo. Quité su mano de su espalda con fuerza. No quería lastimarla, pero en realidad no estaba exactamente “en mis cabales”.

Quité las píldoras de su mano y las agité frente a su rostro.

- ¡¿A qué rayos crees que me refiero?! –grité en su rostro arrojándolas contra la pared a la que ella le daba la espalda. Se esparcieron por el piso con un repiqueteo agudo. Se sobresaltó por el volumen de mis palabras, pero su boca no se abrió: se quedó callada mirándome fijamente. No había miedo en sus facciones, solo ansiedad y terquedad.

- Di algo –ordené sin ponerle ningún tipo de inflexión a mi voz, que sonó muerta, justo como yo lo estaba en ese momento. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no bajó la vista-. Demonios, Meg, di algo –supliqué con las lágrimas mojando mi cara de nuevo. Casi no podía mantenerme en pie.

- ¿Qué quieres que te diga? –susurró. Cerré los ojos de nuevo.

- ¿Es cierto? –pregunté con la voz aún más ahogada. Tardó unos cuantos segundos en responder.

- Sí –dijo finalmente en un hilo de voz. Sentí poco a poco cómo los cimientos mismos de mi vida se movían, retorciendo todo en formas horrendas e indescriptibles. Caminé hacia atrás hasta que sentí la pared en mi espalda, y me dejé caer hasta el piso, notando que mis piernas no eran lo suficientemente fuertes como para sostener el peso que sentía sobre mí. Escondí mi rostro entre mis manos.

- ¿Qué tienes? –susurré a través de mis dedos, abriendo los ojos, pero sin ver nada en realidad. Cuando no respondió levanté la vista para mirarla. Estaba de pie en el centro de la habitación con las manos a los costados de su cuerpo. Nunca la había visto tan vulnerable. Tan frágil.

- Un tumor –respondió casi sin volumen-. Cerebral –aclaró después de un segundo.

Cerré los ojos de nuevo para limpiarlos de las lágrimas que me impedían mantenerlos abiertos. No podía soportar su mirada por un momento más. Dolía demasiado. Cada pensamiento que había pasado por mi cabeza, cada imagen que me había formado de mi vida después de conocerla se hacía polvo poco a poco, cada una dejando un vacío tangible e insoportable en mí pecho.

- ¿Por qué no estás en tratamiento, Meg? –pregunté en un susurro. La miré justo para cuando frunció el ceño e hizo una mueca con la boca.

- Hice tratamiento hace unos años, cuando lo detectaron.

- ¿Pero?

- No quería morir atada a una cama de hospital.

- ¿Así que preferiste rendirte? –pregunté con la voz quebrada y el espíritu deshecho.

- No es eso, no lo mires así –susurró.

- ¿Cómo quieres que lo mire? –levanté la vista para hacerle frente.

- Hubiera sido inútil. Todos debemos morir algún día –su voz no tenía inflexión alguna.

- No todavía –supliqué.

- Nadie puede escoger cuándo –replicó.

- ¿Cómo pudiste dejarlo? –murmuré debajo de mi aliento-. No puedo… -negué con la cabeza como si así pudiera hacer que todo volviera a su lugar. Nada de esto tenía sentido… ella no podía dejarme. No todavía. Me estremecí y me aclaré la garganta-. ¿Por qué no me lo dijiste? –susurré sin entenderlo. Se acercó a mí rápidamente y puso su mano en mi rostro. Por una vez, el contacto no fue suficiente. Y es que sabía que nuestros momentos juntos estaban contados. Limitados.

- Lo siento tanto, Will –se disculpó cerca de mi rostro-. Siento tanto haber… haberte…

Miré cómo una lágrima se derramaba por su mejilla, pero no tuve fuerzas para limpiarla. En lugar de eso, sólo miré el camino que marcó hasta su barbilla.

- Créeme que no quería que esto sucediera. Intenté con todas mis fuerzas no enamorarme de ti –cerré los ojos.

- Yo te hubiera amado de todas formas.

- Pero no me dolería tanto el tener que perderte –musitó casi sin voz. Me estremecí de nuevo: estaba viéndolo todo al revés. Era yo el que no podía perderla. El que moriría sin ella. El que moriría viéndola marchitarse poco a poco hasta abandonarme.

Se alejó y caminó por el cuarto mientras yo la miraba con los ojos en blanco y la mirada perdida.

- Cuando el año comenzó, lo tenía todo resuelto. No había lucha, no había pena, sólo era un paso que debía tomar. Sólo era algo que iba a suceder –habló casi para sí misma, y solo después de una pausa volteó hacia mí-. Y luego llegaste tú… jamás pensé que pudiera arrepentirme de haber hecho lo que hice. Jamás… jamás pensé que pudiera tener una familia, o sentirme cómoda con tanta gente buena. Ser bienvenida en un hogar… amarte como lo hago.

Se acercó de nuevo y habló muy cerca de mi rostro, su aliento haciendo que me estremeciera.

- Jamás me imaginé que pudiera amar tanto a alguien, Will...

Las manos me temblaron de nuevo, y luego los brazos. Sentí al ácido quemando mi garganta y luego el fuego en mi estómago. Ella estaba demasiado cerca para transformarme. Y demasiado lejos como para mantenerla conmigo.

- Aléjate –dije en voz clara… pero no reaccionó lo suficientemente rápido. La empujé como pude, intentando no lastimarla antes de que el calor me redujera a cenizas. Me transformé sin poder evitarlo y gimoteé como cachorro. La escuché moverse, pero no abrí los ojos. Estaba demasiado destrozado como para moverme. Demasiado roto como para funcionar. Sólo lloré y me quejé. Mis lamentos no cambiaban por haber cambiado de especie. Hubieran sonado igual de haberme mantenido como humano. Después de un minuto entero la escuché acercándose. Me encogí, haciéndome lo más pequeño posible contra la pared. No quería sentirla ahora para perderla luego. No quería tenerla entonces para luego tener que dejarla ir.

De todos modos hizo caso omiso a mi silenciosa súplica y sentí su mano adentrándose en el pelaje de mi lomo. Gimoteé con más fuerza y me abrazó pasando sus brazos alrededor de mi cuello.

- Lo siento tanto –repitió-. Lo siento… hubiera luchado contra viento y marea si hubiera sabido que llegarías a mi vida. Que me darías una razón para vivir.

Escuché como sus lágrimas se unían a las mías y me apreté contra ella como si así pudiera compensar el no poder rodearla con mis brazos. Perdí la cuenta de los minutos, o quizás horas que pasamos así. En papeles invertidos. Lo correcto hubiera sido que yo la consolara a ella. Que yo pretendiera que el mundo no se vendría abajo cuando el último aliento se escapara de sus labios.

Después de un tiempo logré transformarme, pero eso no hizo nada contra el dolor. Esta vez, tener cuerdas vocales no significaba que pudiera hablar.

- Desearía que no me amaras –murmuró contra mi cuello después de un largo momento en el que se mantuvo en silencio.

- Amarte fue lo mejor que he hecho en toda mi vida. No lo cambiaría por nada del mundo. Incluso si…

Me detuve antes de alterarla. No quería que escuchara algo así viniendo de mi boca. No podía decirle que prefería haberla conocido, incluso si significaba que la seguiría hasta el otro lado.

- Tiene que haber una forma –susurré en lugar de eso –negó con la cabeza-. Tiene que haberla –repetí-. Carlisle sabrá de algo que podamos intentar.

Alejó su rostro y me miró fijamente por un segundo.

- ¿Qué? –pregunté. Negó con la cabeza-. Hablaremos con Carlisle –sentencié.

- Yo no…

Intenté respirar profundamente, pero una voz en mi cabeza repetía una y otra vez que la perdería. Que ella me dejaría, y que yo no podría hacer nada para evitarlo. Que no había forma de que entregara mi vida a cambio de la suya, por mucho que lo deseara. Por mucho que lo intentara.

La miré. O por lo menos intenté mirarla concentrándome en lo que me decía. Ningún esfuerzo parecía suficiente para sacarme del estado de shock en el que estaba. Apoyé dudoso una mano en su mejilla y busqué sus ojos. Más que sus ojos, su mirada. Se veía… temerosa. Era extraño. Podía apostar que el futuro no la asustaba, por más terrorífico que pudiera ser para mí.

- ¿Qué te sucede? –susurré. Todavía no era completamente capaz de reconocer mi propia voz.

- Bueno, tengo una idea un poco... Se me ocurrió que quizás podrías haber pensado en… es que no quiero… -suspiré.

- Sólo dilo, Meg -le insté, no tenía las fuerzas como para ser más amable.

- No quiero que me transformen en vampiro -soltó de repente, mirándome directamente, sin parpadear. Me quedé helado. La solución era tan obvia que me sentía más que estúpido por no haberla visto.

Todo mi cuerpo se llenaba de alivio en el momento en el que todo un nuevo camino se abrió ante mis ojos. Sin poder evitarlo, solté una carcajada amarga. Tanto había criticado a mi familia, tanto me había quejado de mi raza, y ahora estaba completamente dispuesto a que la mujer que amaba se transformara, solo con tal de no tener que perderla.

Y luego analicé sus palabras. No me había dado una idea, me había dado un callejón sin salida. Puede que yo la amara sin importarme a qué especie perteneciera… pero Meg había dicho que no estaba dispuesta a aceptarlo. Me erguí como pude, separándome un poco de su cuerpo y me acomodé para poder mirarla adecuadamente mientras hablábamos.

- Repite eso –pedí desesperándome de nuevo. Suspiró llenando sus pulmones.

- No quiero ser un vampiro -dijo de nuevo con la voz segura. Cerré los ojos para evitar soltar un quejido. ¿Por qué siempre tenía que ser todo tan difícil?

- ¿Por qué no? –su ceño se frunció aún más-. Sería perfecto.

- ¿Y qué hay de ti? –preguntó con la voz un poco más alta. Me quedé en blanco cuando me mencionó.

- ¿Qué hay conmigo? –murmuré. No entendía qué tenía que ver yo en esa decisión. Soltó un bufido y se puso de pie de golpe, mirándome como si de verdad la exasperara.

- Solo no quiero que me transformen –levantó la voz aún más, hasta el punto en el que el cambio de volumen me lastimó los oídos-. No. Es. Una. Opción. –dijo lentamente, remarcando cada palabra. Me puse de pie también y la miré por un largo momento, haciéndole frente mientras mis manos comenzaban a temblar de nuevo. Hablé con los dientes apretados, mientras comenzaba a buscar un par de pantalones. Me los puse con tanta determinación como la que había en mi tono de voz.

- Vamos con Carlisle –anuncié. Sus ojos se abrieron como platos. Suspiré de nuevo, intentando calmarme y me acerqué a ella para poner una mano en su mejilla-. Carlisle es un médico –le recordé-. No quiero ir con él porque sea vampiro, quiero llevarte porque creo que será capaz de curarte -expliqué. Aunque habiendo considerado las posibilidades, algo me decía que no estaba siendo completamente sincero.

Me miró por un segundo y luego asintió lentamente con sus enormes ojos clavados en los míos. Tomé aire de repente al notar la determinación en ellos, e intenté no desmoronarme de nuevo. Acaricié su mejilla y me acerqué para besarla en los labios muy despacio, como si se tratara de algo tan frágil como una hoja de papel.

- De verdad no quiero ser un vampiro –sentenció en voz baja cerca de mi rostro.

- De acuerdo… -susurré-. No te preocupes, no tienes que ser algo que no quieras -asintió de nuevo. Sentí la garganta seca e intenté tragar sin éxito. No tuve las agallas de seguir preguntándole por qué, ni de pedirle explicaciones. Después de todo, no sería necesario: Carlisle tendría otra solución. Una que no fuera tan drástica.

9 comentarios:

  1. el cap me gusto mucho
    aunk es triste.... y casi lloro al leerlo
    me muero de la intrigaaa x saber
    si encontraran una solucion o no hay
    esperanza :(

    bssssss (L)

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  2. Uh! ahora que le pasa a Meg que no quiere ser un vampiro!!! uhhh!!! ojala y publicaras mañana otra vez XD de verdad me dejas con muchas ganas de mAS!!!

    Bueno besos!!! espero ansiosa el proximo cap!

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  3. Joder, me encanto _.-

    quedo hermosamente triste, quedo genial!!

    te kelo

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  4. ¡Esta historia está cada vez mejor!!!!!!
    ¡Es tan intrigante!!! Porque cuando parece que todo se está solucionando, aparece algo nuevo que te descoloca...
    ¡Espero con ansias el próximo capítulo!!!!!!!!!!

    Y.O. desde Santa Fe, Argentina

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  5. hay hay diossssssss!! no puedo creer lo q le pasa a meg es raro y pòrq no quieree comvertirse? huy buen lo sabre la otra semana nmo?

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  6. Dios Naty me has hecho llorar .. un tumoooor pobre pobre Will Dios eso no lo esperaba ... como lloroooooo aaaaa ya quiero saber que sucede que sugerira carlisle y porque no deja que la transformen .. omg !!! Naty me tendras alucinado

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  7. diosss y yo pensabaa q seria algo mas hermosoo, algo q trajiera vida...de verdad creeria q dirian q estaba embarazada, o enferma, si lo pense, pero me tire mas por la primera opcion...!!! pobreeeee...dioss..el dolor de will me llego hasta los huesosss..pobrecito mi vida, ahora q la encontrooo...
    pense en la posibilidad de q fuera vampiro pero ella ahora no queireee..!!! esta en una encrucijada, entre la espada y la pared..!!
    no se si carlisle tendra otra solucion :(
    quiero el prox capitulooooooo..!!!

    besos enormes..!!! me encantoo :)

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  8. demonios debo pagar mi apuesta perdi 20 ya que no esta embarazada pero volviendo al fic
    buaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    please que no se muera meg me cae bien

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  9. ¡Dios!
    Y yo que me imagine tantas cosas estupidas acerca de Meg XD
    Dios, aun asi es muy triste todo eso... u_u
    En fin, sigo leyendo... Me quedan dos capis y me tienes como zobie, frente al monitor :]

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Por favor dejanos tu !!AULLIDO!!... asi es, !!TU AULLIDO!!
Y que se escuche fuerte y claro ya que son los que nos alimentan a seguir escribiendo^^
Ademas seras recompensado con un Edward, o el Cullen o lobo que quieras... (Menos Jacob, ese es !MIO!)XP
Kokoro



AULLA!!

Pueden robarte cada frase, cada palabra, cada suspiro y hasta el ultimo de los alientos. Pero, hay algo que tu sabes y que todas sabemos... aunque te roben todas tus ideas siempre tendras mas y mejores, por que luego de cada golpe siempre volveras mas fuerte.
Gracias Annie...