domingo, 22 de agosto de 2010

Herencia Maldita - Cap 16 - Naty Celeste

Disclaimer: La Saga Twilight y los personajes originales son de la increíble Sthephenie Meyer, los personajes adicionales y la historia son mias (ojalá eso no sea algo malo XD)

Summary: El nunca quiso esto, todo lo que deseaba era ser normal, pero eso no era lo que el destino le deparaba al hijo de una híbrida y un licántropo.

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Capítulo 16 De rodillas

Vi como el Sol cambiaba de lugar mientras corría. Necesitaba escapar. No planeaba irme en realidad -jamás la hubiera dejado-, pero necesitaba encontrar algo de paz. Aunque fuera por un segundo, aunque fuera solo una ilusión. Así que corrí por el bosque en mi forma de lobo hasta que finalmente fui capaz de transformarme de nuevo. De todos modos no me detuve.

Me concentré en las hojas de los árboles pasando a los lados de mí cuerpo, distorsionadas por la velocidad. Cerraba los ojos con las pocas que me rozaban el rostro, como intentando detenerme. No lo hice. Al llegar al borde del bosque que daba con el acantilado, simplemente continué corriendo hasta que no hubo más suelo debajo de mis pies. La caída fue rápida y limpia, el agua probablemente estaba helada, pero mi maldita temperatura la compensaba. Me quedé bajo ella un largo rato, todo el que fui capaz de soportar sin aire y luego salí a la superficie por un segundo para tomar una profunda bocanada.

Cuando era híbrido, el mar era lo único capaz de acallar un poco las voces de las mentes de los demás, sin las cuales ahora me sentía tan vacío… pero ahora no hacía nada contra las voces de mi propia conciencia. El nudo en mi garganta no se iba, no importaba cuanto tiempo me sumergiera.

Volver a la casa me parecía algo increíblemente humillante. ¿Cómo podía volver sin una solución? Meg tenía razón, no me había visto a mí mismo claramente en las últimas semanas… ser un licántropo se había colado en mi naturaleza sin que yo lo decidiera. Arraigándose mucho más de lo que pensé que fuera posible. Y se sentía bien, no podía negar que me gustaba, pero la sensación de libertad no era nada comparado con tener a Meg a mi lado.

Salí del agua después de un rato, resignado a volver con la cabeza gacha, pero cuando me acerqué a la casa, simplemente no fui capaz de enfrentar ese futuro. Me estremecí. ¿Cómo podía decirle que no era lo suficientemente fuerte? ¿Que no podía evitar transformarme? Desvié mis pasos hacia la casa de mis padres cuando pensé en una excusa: necesitaba ropa.

Solo planeaba tomarme un segundo, aun con la esperanza de que una solución apareciera mágicamente frente a mis ojos, pero cuando entré a mi habitación -luego de ponerme un par de pantalones de papá-, me dejé caer en la cama y me cubrí el rostro con las manos. Continuaba dándole vueltas en mi cabeza. Pensar en transformarla para luego tener que pasar la eternidad sin poder amarla era físicamente doloroso. ¿Por qué no podía escoger? ¿Por qué no podía volver a ser lo que era? ¿Por qué todos los caminos que pensaba terminaban en tragedia? Gruñí al aire, odiándome a mí mismo y a mí naturaleza más que nunca. Era tan inútil…

Al abrir los ojos mi corazón se encogió desconcertado. Mi habitación se veía más oscura, como si la luz no se filtrara desde afuera… pero la oscuridad no evitaba que viera el panorama: miles de arañazos marcaban las paredes y los muebles como gruesas y familiares cicatrices. Me incorporé, sentándome en la cama y miré a mí alrededor. Todo estaba roto, despedazado o maltratado. Nada permanecía en una pieza.

Solté un quejido. ¿Cuándo había hecho semejante desastre? Lo había arruinado todo. Volteé al escuchar un eco de mi propio lamento, y vi un lobo. Un lobo blanco se agazapaba en el rincón al que había mirado segundos antes. Era un lobo imponente por su tamaño, pero su postura era lamentable, patética. Parecía torturado, quejándose como perro, gimoteando en un tono muy bajo.

Di un paso en su dirección, pero en cuanto me moví se irguió para mirarme amenazante. Era enorme y muy claro, contrastante con la negrura que nos rodeaba. Me mostró los dientes al ponerse en posición de pelea, pero aunque hice lo mismo, mi cuerpo no tembló ni un poco. Con un gruñido gutural saltó hacia mí… pero antes de que pudiera tocarme, me desperté sobresaltado en mi cama.

Intenté controlar mi respiración con todas mis fuerzas. No estaba solo. Tragué con dificultad y me aclaré la garganta.

- No quería despertarte –murmuró Meg en voz baja. Permanecía sentada a mi lado, en el borde del colchón. Hice una mueca y me cubrí el rostro de nuevo. Verla tan despreocupada casi me causaba nauseas. No me incorporé para mirarla mientras hablaba, no era capaz.

- Meg, yo no pude –sus dedos se posaron en mi boca interrumpiendo mi frase.

- Shh… no pienses en eso, todo está bien –susurró. No me descubrí el rostro, y disimulé la lágrima que rodó por mi mejilla limpiándola con la mano. Después de un largo momento tomé su mano entre las mías y besé sus dedos antes de incorporarme sobre mis codos.

- Lo siento tanto… -solté junto con un suspiro. Se inclinó sobre mí para besarme en los labios con dulzura.

- Jamás quise que lo hicieras –murmuró cerca de mi cara.

- ¿A qué te refieres?

- Quiero que seas feliz, Will… no lo eras cuando te conocí. Jamás estuviste conforme con ser lo que eras.

- Soy feliz contigo –repliqué.

- Jamás te he visto más feliz que cuando te vi corriendo por el bosque. O que cuando regresaste de la caminata con tu padre el otro día.

- Eso no-

- No quiero que renuncies a eso por mí –me cortó.

- No dejaré de intentarlo –respondí bastante a la defensiva. Suspiró profundamente, y su perfume me desacomodó las ideas por un segundo.

- Lo sé –dijo resignada-. Pero desearía que no lo hicieras.

Me incorporé completamente, sentándome frente a ella para poder mirarla a los ojos mientras hablaba. Puse mi mano en su mejilla para que me mirara.

- Eres lo que más amo en el mundo, Meg. Daría lo que fuera por ser capaz de evitar lo que te pasa –puso los ojos en blanco y endurecí un poco mi tono de voz en respuesta, para que supiera que hablaba en serio-. Lo que sea. Todo. No quiero tener que vivir sin ti –confesé en un susurro muy bajo. No existían palabras suficientes para lograr que me comprendiera.

Esperé a que replicara, pero en lugar de eso solo llevó sus labios a los míos una vez más. Le devolví el beso, como si con eso pudiera decírselo todo. Rogando porque lo entendiera.

En los meses siguientes no me detuve. Seguí intentándolo. Pero cada fracaso me hundía más en la situación. Salía e intentaba cazar, una y otra vez, pero todo lo que lograba era perder el tiempo y regresar frustrado. Los síntomas de Meg comenzaron a manifestarse con más frecuencia, o quizás era porque ahora yo sabía qué buscar. Ella intentaba ocultarlos, disimularlos, pero cada vez con menos éxito. Mi mundo entero se venía a abajo cada vez que perdía el equilibrio, o que las palabras se le confundían. Eso solo hacía que yo tratara con más fuerzas. Con todas mis fuerzas.

La manada vino a hablarme en cuanto se enteraron de lo que sucedía. Meg vio a los lobos fuera de la casa al tiempo que yo detectaba su olor. Había sido su alpha por menos de un día, y aun así me costó un mundo hacerles entender que no podía seguir en la manada. Convencerme a mí mismo era un problema diferente. Sentía una extraña conexión con ellos. Una que jamás había sentido antes de transformarme en un quileute, en parte de la tribu. Pero no era suficiente. Ser parte de algo ya no era lo que buscaba. Meg no era parte de lo que era, ella lo era todo. Micah fue quien peor lo tomó. Era el más joven de todos, y eso hacía que no comprendiera las consecuencias de que yo me quedara en la manada. Enfrentar sus rostros decepcionados fue difícil. Pero no peor que lo que se avecinaba. Cuando se marcharon entré a la casa. Meg se había sentado en uno de los sillones, mirando hacia la puerta.

- Desearía que no hicieras esto –murmuró.

- Yo desearía que dejaras de decir eso –repliqué.

- Es que no pareces escucharme –respondió.

- Lo haré cuando digas algo que tenga sentido –le sonreí con sorna, pero mi comentario no pareció causarle gracia. Suspiré. Su expresión era seria y malhumorada. No había dejado de intentar disuadirme de la única salida que yo consideraba viable. Según ella, yo no podría ser feliz si me transformaba en híbrido de nuevo. Según yo, eso era increíblemente ridículo. Y por eso todas nuestras discusiones terminaban igual.

Yo simplemente no podía creer que sus razones fueran tan simples. Cada noche me dormía con la idea dándome vueltas en la cabeza de que algo más debía temer. Quizás mis temores eran fundados, y ella no quería transformarse por miedo a volverse un monstruo. O quizás yo no era suficiente… eso era lo más lógico.

- Ojalá lo hicieras… -susurró.

- ¿El qué? –suspiró profundamente.

- Escucharme –puse los ojos en blanco y me acerqué a la nevera para tomar una botella de agua. Bebí un sorbo mientras la miraba apoyado en el aparador.

- Sí te escucho –repliqué-. Es sólo que no puedo hacer lo que me pides, Meg.

- Te pido que estés conmigo… -apreté los dientes. Lo que me pedía era exactamente lo contrario, me pedía que la dejara ir.

- Me pides que esté contigo ahora. Lo que pase luego no podría importarte menos.

- ¿Disculpa? –sonó indignada. Vale, tal vez no debí haber dicho eso-. ¿Crees que no me importa? –levantó la voz al tiempo que se ponía de pie, y vi sus manos temblando-. ¿Crees que es fácil para mí enfrentarme a esto? ¿Crees que quiero dejarte atrás?

Me quedé muy quieto, en realidad no sabía qué decirle. No podía pensar en nada para responderle. Para hacerle saber que la apoyaba, que estaría ahí para ella, pasara lo que pasara.

- Tú… -comenzó, y luego pareció balbucear algo que no llegué a captar completamente.

- ¿Meg? –le pregunté. Abrió la boca de nuevo, pero las palabras no parecían tener sentido. Los sonidos no llegaban a formarlas completamente-. Meg ¿estás bien? –le pregunté. Me envaré y la botella que llevaba se estrelló contra el piso cuando Meg perdió el equilibrio.

Corrí hacia ella lo más rápido que pude, atrapándola antes de que cayera. La adrenalina corrió por mis venas al mirar su rostro. Sus ojos estaban cerrados.

- ¡Carlisle! –grité con todas mis fuerzas, a pesar de que no era necesario que gritara. Menos de un segundo después, él estaba junto a mí, en el piso.

Me preguntó sobre lo que había pasado en los últimos minutos mientras la llevaba en brazos hasta el sofá. La conté en pocas palabras lo anterior al desmayo. Asintió con la cabeza mientras sacaba una linterna del bolsillo y la apuntaba hacia los ojos de Meg.

- ¿Qué le sucede? ¿Está bien? –pregunté con las palabras atropellándose las unas a las otras.

- Solo se desmayó –respondió rápidamente, aunque en tono sereno-. Pero de todos modos necesito hacerle algunas pruebas.

Carlisle dijo que lo que sucedía era normal en “las condiciones en que se encontraba Meg”. Casi me deshago cuando me explicó que los síntomas solo podrían empeorar de ahí en adelante.

El proceso se repitió un par de veces más. Meg presentaba algún problema y yo la llevaba con Carlisle. Creí que con el tiempo me acostumbraría a que de repente dejara de hablar, o a los desmayos, o las jaquecas, pero era todo lo contrario: cada vez resultaba peor. Cada vez el reloj dentro de mi cabeza sonaba con más fuerza.

Cuando los problemas se volvieron más habituales, Carlisle sugirió que Meg se quedara en la mansión principal, para así poder cuidarla más adecuadamente. No estaba seguro de a qué se refería, pero en realidad prefería no preguntar. Por lo menos por el momento. Creo que Jasper tuvo algo que ver con la reacción de Meg a la propuesta, ya que accedió casi sin oponer objeciones.

Esta mañana el dolor de cabeza parecía afectarle más que nunca. Había preferido no desayunar y volver a la cama a recostarse un rato, esperando que se le pasara. La acompañé y me quedé de pie cerca de su cama, fingiendo mirar por la ventana. Pero todo lo que pasaba frente a mis ojos eran las posibilidades que se esfumaban poco a poco, y los intentos fallidos que había tenido hasta el momento, de volverme híbrido de nuevo. Me había vuelto bastante bueno en ocultar ese tipo de cosas: me desmoronaba, cada pedazo de mí cayendo y destruyéndose a mis pies, pero era capaz de fingir que no era así… por ella.

Pasamos casi media hora sin decir una palabra, hasta pensé que quizás estuviera comenzando a dormirse, pero suspiró llenando sus pulmones y cerrando los ojos con más fuerza. Estaba reprimiendo un quejido, podía verlo. Hice una mueca.

- No deberías estar sufriendo por esto –susurré.

- ¿Y qué propones? –soltó en tono irónico y de mala gana.

- Sabes lo que propongo –repliqué con la voz seca.

- Y tú sabes que no quiero transformarme –me llevé las manos a la cabeza y caminé por el cuarto para luego sentarme en la silla del otro lado de su cama.

- ¿Te importaría decirme por qué? –pregunté con los dientes apretados y mis manos comenzando a temblar. Meg se masajeó las sienes con los dedos.

- Ya te dije por qué.

- Sí, sí… quieres que sea feliz –solté sarcástico. Abrió los ojos pesadamente.

Me sobresalté cuando escuché la voz de Carlisle desde abajo. Habló más alto de lo necesario, para que ambos fuéramos capaces de escucharlo.

- ¿William? –preguntó. Ambos prestamos atención-. Iremos de caza –anunció. Probablemente no podían evitar escuchar todo lo que decíamos, y querían darnos algo de privacidad-. Meg ¿Cómo te sientes?

- Mucho mejor, Doctor Cullen, muchas gracias –musitó ella en un tono normal.

- Genial. De todos modos todos llevaremos nuestros celulares, así que búscame si me necesitan –agregó.

- Gracias –respondimos ambos al mismo tiempo.

Los escuché salir uno a uno, hasta que la casa quedó vacía. Esperé hasta que se alejaran para volver a hablar.

- ¿Por qué no me lo dices, Meg? –susurré.

- ¿No te digo qué?

- La verdad –respondí en voz baja-. ¿Es que te asusta ser un vampiro? ¿Te molesta la idea de beber sangre? Dímelo, Meg. Lo entenderé, créeme.

Un largo suspiro se escapó de sus labios y volvió a cerrar los ojos por un momento que se me hizo eterno. Me removí en la silla para acercarme más a ella y puse mi mano en el costado de su rostro con mucha suavidad, haciendo que me mirara.

- Por favor… -susurré viéndola directamente a los ojos. Hizo una mueca con la boca y dudó otro segundo. Aunque ahora sabía que me lo diría, siempre funcionaba pedirle las cosas de esa manera.

- ¿La verdad? –murmuró después de unos segundos. Asentí con la cabeza sin alejarme-. Bueno… al principio, cuando me hablaste sobre lo que eras…

- ¿Sí? –intenté que mi voz no se quebrara. Ya estaba esperando la descripción del miedo, de la duda.

- Me contaste sobre la sed –asentí de nuevo.

- ¿Es eso lo que te asusta? ¿Qué tendrás sed? –adiviné.

- ¿Me dejarás terminar? –soltó levantando una ceja. Bajé la mirada.

- Lo siento –murmuré con un tono bajo. Ella se incorporó sobre sus codos, mirándome más de frente.

- Cuando me lo contaste, hice memoria –continuó-. Las primeras veces que te vi, te comportabas tan extraño… -sonrió más para sí misma que para mí- llegabas de la nada y te marchabas igual de rápido…

Hizo una larga pausa, en la que miró por encima de mi hombro, con los ojos perdidos, como si estuviera intentando buscar las palabras adecuadas. No la interrumpí.

- Creí que estabas loco… pero luego, cuando me hablaste sobre lo que eras… entendí que quizás no era culpa tuya –volvió a mirarme y buscó mis ojos cuando yo desvié la mirada-. Era la sed ¿cierto? –preguntó en un hilo de voz.

- En parte –admití cuadrando los hombros-. Pero no entiendo qué tiene que ver eso con todo esto…

- Ahora que lo pienso… que miro hacia atrás… eras una persona diferente, Will. Siempre dolorido, siempre ocultando lo mucho que te molestaba. No quiero que vuelvas a sentir eso.

- ¿No lo entiendes? Pasaría por cualquier cosa por ti –negó con la cabeza, indicándome que continuaría.

- Es que ese no es el punto… sé que tú realmente crees eso, pero lo que digo es que eres una persona diferente ahora, Will.

- Sigo siendo el mismo –la contradije.

- No. No lo eres… Yo te vi cambiar. Te vi volverte más humano, más relajado, más feliz… Vi el cambio. Hasta pienso que en algún nivel tuve un poco de la culpa.

Hice un mohín. Ella era totalmente responsable por mi felicidad, pero apreté los labios para no decírselo. Estaba bastante seguro de que no era de mi conveniencia darle la razón en ningún aspecto. No lo dije, pero estaba seguro de que ella sabía que estaba en lo correcto.

- ¿Estás pensando en decir algo que tenga sentido, o continuarás divagando por mucho tiempo más? –dije en lugar de darle la razón. Frunció el ceño y se sentó en la cama, haciéndome frente.

- Lo que quiero decir –soltó en un tono más alto y separando las palabras como si yo tuviera dificultades para comprenderla-, es que no creo que puedas volver a ser lo que eras.

- Jamás dejé de ser un híbrido –contraataqué. Me respondió con un bufido irónico y poniendo los ojos en blanco.

- Oh… ¿En serio? –escupió levantando las cejas-. Así que comenzaste a cazar ¿cierto?

No respondí, simplemente apreté la mandíbula con fuerza e intenté evitar el temblor de mis manos.

- Y por supuesto que las manos te tiemblan por la sed, ¿no? –agregó-.

- Es una posibilidad –repliqué con la barbilla en alto.

- Ay, por favor –puso los ojos en blanco-. Ya ni siquiera tienes sed

- ¡Claro que tengo sed! –mentí. Bufó y se cruzó de brazos.

- Por supuesto que no, no has tenido sed en meses –casi gritó.

- Siempre tengo sed –volví a mentir. Levantó la barbilla desafiante.

- ¿Ah, sí? –soltó irónica.

- Sí –dije simplemente.

- Pues pruébalo –maldición.

- ¿Qué?

- Que lo pruebes. Si es cierto que aún tienes sed, pruébalo.

- ¿Y cómo rayos se supone que haga eso? –levanté la voz alejándome. Todo lo que pasaba por mi mente era “por favor que no diga lo que creo que dirá”.

- Muérdeme –y lo dijo. Me llevé las manos a la cabeza y volteé para que no viera la mueca de asco se asomó por mi rostro. Hablé sin mirarla.

- Ay, por favor… no tienes ni idea de lo que estás diciendo –la reté.

- Claro que la tengo. Si es verdad lo que dices, quiero que me muerdas. Quiero ver en tus ojos la sed.

- Eso es totalmente ridículo, Meg –solté volteando de nuevo, encarándola. Levantó aún más la barbilla.

- No lo es –me contradijo. Levanté una mano en su dirección para que dejara de decir estupideces.

- Además, solo serviría para lastimarte ¿qué diferencia haría? Soy lo que soy ¿por qué no puedes aceptarlo? –soltó una carcajada amarga.

- Eres tú el que no puede aceptarlo, Will… y lo siento, pero no te creo. No creo que puedas volver –iba a replicar, pero levantó una mano en mi dirección y se bajó de la cama para acercarse a mí-. Lo siento, pero simplemente no te creo… creo que eres un lobo y no quiero vivir para siempre si no puedo estar contigo.

Solté un quejido y me acerqué a ella aún más, apoyando mi mano en su mejilla y haciendo que subiera la vista, que mantenía clavada en el piso.

- ¿Cómo puedes creer eso? –susurré cerca de su rostro-. Meg… te amaría sin importar lo que fueras… lo que fuéramos ambos.

Sentí que intentaba torturarme cuando una lágrima se deslizó por su mejilla. La limpié con la boca y luego la besé en los labios una vez.

- Siempre te amaré, Meg… eres lo mejor que me ha pasado en la vida, y jamás… jamás dejaré de amarte –remarqué.

- Pues entonces muérdeme –susurró casi sin voz. Solté un largo suspiro y la miré a los ojos por un momento. Solos nosotros dos, desafiándonos con la mirada el uno al otro. Cerré los ojos y acerqué mi rostro a su cuello, inhalando despacio su perfume, intentando con todas mis fuerzas sentir la nota de sabor que solía sentir al principio. Todo lo que sentí fue su embriagante perfume, pero lo que despertaba en mí, no era precisamente la sed. Paseé mis labios casi rozándolos con su suave piel. Se estremeció, pero no la besé. En lugar de eso dirigí mi boca hasta su oído y hablé en voz muy baja.

- No planeo lastimarte, Meg… -dije justo antes de besar el hueco de detrás de su oreja. Dejó caer la cabeza hacia atrás para darme mejor acceso y yo sonreí contra su piel. Me gustaba probarme a mí mismo que era capaz de distraerla cuando me lo proponía.

Suspiró y sentí sus manos en mis hombros, usándolos para pegar su cuerpo al mío un poco. Yo, por mi parte, estaba más que consiente de mis manos. Una de ellas se enredaba en la tela de su camiseta, en el costado de su cintura, mientras que la otra se paseaba a sus anchas por la curva de su espalda.

- ¿Te sientes bien? –pregunté cuando se pegó más a mí, pasando sus brazos alrededor de mi cuello.

- De maravilla –aseguró poniéndose de puntillas para buscar mi boca con la suya. Gruñí contra sus labios antes de devolverle el beso, dejándole todo de mí con él. Mis manos bajaron hasta el borde de su blusa y la quité por encima de su cabeza cuando se alejó unos centímetros. Hizo lo mismo con mi playera, para luego apoyar sus manos en mis brazos suavemente.

Estuve a punto de gritar cuando se pegó a mí de nuevo, y luché por ser lo más delicado posible. No quería lastimarla… moría de miedo de hacerle daño. Pero cuando sus manos se colaron entre nuestros cuerpos para deshacer los botones de sus jeans, casi no pude contener mis ansias. La tomé de la cintura e hice que enredara sus piernas en mi cadera para luego caminar hasta la cama con ella a cuestas.

La apoyé suavemente en el colchón y me alejé para quitar sus molestos pantalones de a poco, prolongando el momento mientras lo hacía, rozando sus suaves piernas con las yemas de mis dedos. Adoraba ver la forma en la que se estremecía por mis caricias, la forma en la que reaccionaba cuando la miraba a los ojos mientras paseaba mis labios por su piel.

*****

Ambos comenzamos a vestirnos cuando recuperamos el aliento. Ninguno de nosotros quería que mi familia nos atrapara desnudos en la cama. Mientras acomodábamos las sábanas un poco, para que no fuera tan evidente el desastre, Meg me miró sonriéndome con melancolía desde el otro lado de la cama.

- ¿Qué sucede? –pregunté. Negó con la cabeza mirando hacia abajo.

- Nada, es solo que…

- ¿Qué? –insté cuando se quedó callada.

- Es que extraño dormir contigo –soltó levantando la vista finalmente. Levanté una ceja en su dirección-. Literalmente –aclaró.

- Oh –solté cuando lo entendí. Y para ser sincero, yo también extrañaba quedarme dormido con ella en mi pecho-. Bueno, ¿qué me dices de una siesta? –pregunté con una sonrisa, que de inmediato se contagió a su hermoso rostro.

Nos recostamos vestidos encima de las cobijas y Meg se quedó dormida casi inmediatamente. Por mi parte, me quedé mirándola un buen rato. Su sueño no era tranquilo. Se removía inquieta y balbuceaba sin sentido de vez en cuando. Pensé que quizás necesitara espacio, así que con mucho cuidado, me salí de la cama y me senté en la silla que había a un lado, tomando su mano con la mía, para que supiera que no me había ido, y descansando la cabeza sobre mi brazo.

Supongo que debo haberme dormido, porque un sonido agudo y constante me despertó. Miré alrededor y una máquina con pantalla con fondo negro me indicaba con un pitido penetrante el ritmo del corazón de Meg… un ritmo lento y cansino que resultaba muy preocupante. La miré por un segundo esperando que sus ojos se abrieran… pero jamás lo harían: el sonido se volvió un silbido ininterrumpido cuando la línea en la pantalla se hizo plana.

- ¡Meg! –grité y me puse de pie de repente. Abrí los ojos y el salto de mi propio cuerpo sobre la cama me despertó. Estaba recostado de nuevo junto a ella. Respiré agitadamente y contuve el quejido que me subía por la garganta y me desgarraba el pecho.

- Shh… -murmuró tocándome el rostro para tranquilizarme- Aún estoy aquí –agregó contra mi pecho cuando la abracé con fuerza, entendiendo la pesadilla que me había torturado, que aún me torturaba.

9 comentarios:

  1. aaa me muero este cap fue muy triste igual lo amee! :( te juro que me mueero yo si le pasa algo a meeg y pobrecito will...

    espero con ansiaas el siguiente cap !

    beesos

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  2. el cap fue triste, pero iwal me encantó
    espero el siguiente
    aver si encuentran una solución!!!

    bsss naty

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  3. ahhh que terca que es Meg!!! nop puedo creer que sea tan pero tan terca... que entienda que el la ama y que lo que necesita para ser feliz es que ella este viva!!! OMG!!!

    bueno me encanto el cap Nati lo estuve esperando :D

    Bueno te puedo pedir un favor? Puedes pasarte por mi blog???

    Es Jake x Nessie!!!! Es que amo esa pareja XD

    Bueno por favor pasa ok?

    http://jacobreneesmefelicesporsiempre.blogspot.com/

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  4. Llooorooou.u Pobre Willl eserio Naty que lloro un montooon .... que pesadillas las que este ien o no seran premoniciones hmmm .. Dioooos pobre Megg
    Todos sufriendo por Will... aou!!! snif snif
    ansiosa por saber que pasa... si algo ams sucede me acisas para tener listo los pañuelitos
    gracias por escribir

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  5. pObre Will no quiero que le pase nada a Meg!!! Sigue asi te leo a la proxima!!! :)

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  6. Sigue en el sueño!?
    Dios, Dios , Dios!
    Me arden los ojos de ver la pantalla sin parpadear!!
    D:
    Dios!

    BL's Miles mi Natih XD

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  7. hay pobre will y meg claro no merecen sufrir hay q encontrar una solucion no? debe haberla?

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  8. OMG!!! haha ksi muerO :SS
    bueno mas bien cais llOrO xDD
    estta geniaal nononono
    me dejjaste asi :O
    enceriO :DD wenuu iia no hagguantto para
    leer el siguiente jjejje
    besos NatY
    amm por ciertO aver cuando
    le hechas un peqeñO viztazo a lO qee estOii escribiendO :DD
    besOs sabOr cerazaa-extraciditha xDD
    AttO: JeSs

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  9. ohohh por diossss.!!!! crei que se habia muerttooooooooooooooooo no porqueeeee..???
    porque le tiene q pasar esto a ell..acaso no puede ser feliz en su totalidad..?? ahora que justo todo le estaba saliendo tan bien...pobre willsitooo mi vidaaa..!!!!

    la frase de ella al finalll...fue de lo mas durooo.."aun estoy aqui"...q feo seria estar al lado de una persona cuyos latidos y respiraciones estan contadosss...y mas si no sabes cuando seraaa..!!!

    quiero el proximo capituloooooo
    besos enormes..!!!
    me fascinoooo..!!!

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Por favor dejanos tu !!AULLIDO!!... asi es, !!TU AULLIDO!!
Y que se escuche fuerte y claro ya que son los que nos alimentan a seguir escribiendo^^
Ademas seras recompensado con un Edward, o el Cullen o lobo que quieras... (Menos Jacob, ese es !MIO!)XP
Kokoro



AULLA!!

Pueden robarte cada frase, cada palabra, cada suspiro y hasta el ultimo de los alientos. Pero, hay algo que tu sabes y que todas sabemos... aunque te roben todas tus ideas siempre tendras mas y mejores, por que luego de cada golpe siempre volveras mas fuerte.
Gracias Annie...