sábado, 19 de junio de 2010

Herencia Maldita - Cap 7 - Naty Celeste

Disclaimer: La Saga Twilight y los personajes originales son de la increíble Sthephenie Meyer, los personajes adicionales y la historia son mias (ojalá eso no sea algo malo XD)

Summary: El nunca quiso esto, todo lo que deseaba era ser normal, pero eso no era lo que el destino le deparaba al hijo de una híbrida y un licántropo.

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Capítulo 7: Secretos

No abrí los ojos cuando supe que todo estaba perdido. No creí que tuviera la fuerza para verla en ese momento, y tampoco quería que ella me viera de esa forma. Así que sólo me quedé acurrucado en el piso intentando parecer lo más pequeño posible. ¿En que sádico mundo tenía que perderla justo entonces? ¿Justo por la misma razón que me había unido a ella? Reprimí el quejido que subía por mi garganta por miedo a que lo interpretara como un gruñido. No, no abrí los ojos, pero sí que podía sentirla...

Sentía cada uno de los latidos de su corazón retumbando en mis oídos, cada uno de sus pequeños movimientos. Escuché claramente cuando necesitó usar su inhalador, y cuando se dejó caer en el sofá como si no tuviera más fuerzas para mantenerse en pie. Y sin embargo no me moví. Me concentré en su respiración e intenté no quejarme audiblemente. Jamás me había sentido tan vulnerable en toda mi vida. Y no era sólo el hecho de haberme transformado en frente de alguien. Era ella... ¿por qué tenía que haber sido ella justamente la que descubriera lo que era en verdad? ¿Por qué debía saber que yo era un monstruo?

Cuando dejé de escuchar que se movía junté valor para abrir los ojos. Mis párpados bien podrían haber estado pegados con cemento de tan difícil que me resultó. La busqué donde la había escuchado. Estaba en el sofá, su cuerpo permanecía desmadejado hacia un costado, justo como había caído al desmayarse. Por eso no había gritado, por eso no había corrido. Había sido demasiado para ella. Y así era. Era demasiado. Peligroso, inconcebible, inaceptable.

Intenté calmarme escuchando el acompasado sonido de su respiración. En su letargo parecía calmada. Nada que ver con lo que pasaría cuando despertara y recordara lo sucedido. Salí de fase en cuanto pude y quedé jadeando en el piso por el esfuerzo de hacerlo prematuramente. Sin embargo, hice todo lo posible por no hacer el menor ruido. No podía despertarla, no era una opción. No podía enfrentarla ahora. No podía.

Me levanté en silencio y sentí una lágrima corriendo por mi mejilla al mirarla inconciente por mi causa. Era lo peor que había hecho en mi vida: descontrolarme en su presencia. Y había hecho cosas malas en mi vida. Muchas y que en comparación parecerían peores, pero por el hecho de tratarse de ella, todo lo demás palidecía en comparación.

Me limpié el rostro con el dorso de la mano y deseé poder revertir lo que había sucedido con todo mi corazón. Pero ya no había vuelta atrás. La situación desde el principio se me había ido de las manos. La idea era no encariñarme con nada, con nadie. Luego sólo había necesitado pasar tiempo con ella. Conocerla, disfrutar de su compañía, pero jamás hubiera pensado que eso podría ponerla en peligro.

Debí haberlo imaginado. Es decir ¿no era esa misma la razón por la que tenía la política de no tomarle afecto a nada?

Me estremecí por completo cuando entendí lo cerca que había estado de hacerle un daño real, físico, permanente. La cosa que más amaba en el mundo, y había estado a punto de matarla. De hacerla pedazos por el capricho egoísta e inconciente de no alejarme de ella. Ahora entendía lo que debería hacer. Tenía que marcharme. Lo haría de todos modos en unos meses, así que ¿por qué seguir poniéndola en peligro? Ella no se lo merecía.

Fui hasta el aparador y tomé una hoja de la libreta del teléfono. En ella escribí lo único que sentía en ese momento. Lo único que mi corazón se permitía sentir. Rápidamente e intentando contener el llanto, escribí "Lo siento".

Dejé el papel en la mesada y me marché sin despertarla. Ahora que podía pensarlo, había tenido muchísima suerte. Ésta había sido la llamada de atención que mi cuerpo me había dado. Como una sirena sonando en el fondo de mi cabeza diciendo "aléjate de ella mientras aún no la hayas matado".

Entré a mi departamento y no pude evitar transformarme de nuevo en cuanto la puerta estuvo cerrada a mis espaldas. La certeza de que jamás la vería de nuevo era una tortura que me recorría las venas y se alojaba en mi pecho, impidiéndome respirar. Lloré y me quejé todo el día, siempre manteniendo el silencio. Primero en mi forma de lobo, luego en mi forma humana, en cuanto pude recuperarla.

Cuando se hizo de noche ya no podía sentir mi propio cuerpo. Me mantenía acurrucado en el piso, donde había quedado al entrar. Simplemente no había encontrado las fuerzas para moverme. Todas las que tenía las concentraba en continuar respirando. Eso parecía ser todo de lo que era capaz mi cuerpo. E incluso eso me parecía una tortura. Dolía como los mil demonios respirar sabiendo que no debía volver a percibir su perfume. Continuar con vida sabiendo que ya no debía verla, que jamás debí haberla visto.

En algún momento de la noche, mientras observaba el techo blanco desde le piso, decidí que ya era tiempo de irme. Que no podía seguir dilatando el momento sin razón alguna. Saberlo me destrozaba, pero también sabía que eso era lo correcto. Dejarla ahora o lastimarla luego. Esas eran mis opciones. Otra vez la vida me obligaba a amar sólo para tener que perder. Otra vez me mataría el dolor en mi pecho, quemándome como hielo. Y esta vez sabía que sería peor. Ella no era cualquiera, era mi impronta. La única, la indicada. Y por mucho que intentara negarlo, sabía que me mataría mantenerme alejado.

Prácticamente me arrastré por el lugar hasta la cama y me sostuve en ella para ponerme en pie. Jamás me había sentido tan débil, tan indefenso. Tardé lo que pareció una eternidad en vestirme y en juntar las cosas que había por ahí tiradas que pensaba llevarme conmigo. Mi cuerpo no parecía querer cooperar con la tarea. Para cuando terminé de juntar mis porquerías era media mañana. El sol atravesaba la ventana con fuerza, pero yo sólo veía la luz en el tono gris que rondaba en mis pensamientos.

Decidí que no llamaría a casa esta vez. En lugar de llamar, simplemente iría. Tenía que buscar un lugar lo suficientemente fuerte como para ayudarme a resistir volver. Y aunque no compartiera sus creencias, nunca había tenido más en común con ellos que en ese momento. Ahora me identificaba con mi abuelo y con la forma en la que había dejado a la abuela cuando ella era humana, y con papá, y en la forma en la que amaba a mamá a pesar de todo. A pesar de lo que era. Por que yo deseaba mas que nada que Meg me amara de esa forma a pesar de ser un monstruo.

Miré a la pared que compartía con Meg con mi bolso en la mano, e intenté escucharla dentro. Aunque sólo fuera durmiendo. Sólo me tomé treinta segundos para entender que no estaba en casa, y luego suspiré y me di la media vuelta.

Me detuve en seco con los dedos a diez centímetros del picaporte y se me formó un nudo en la garganta. Ella estaba ahí. Del otro lado de la puerta. Podía sentirla. Casi dejé de respirar para mantener el silencio y apoyé mi mano suavemente contra la madera. Todo lo que quería era verla, pero ¿cómo soportaría decirle a la cara que me iba? ¿cómo la enfrentaría ahora que ella sabía lo que yo era? ¿cómo lograría que entendiera?

- ¿Will? -susurró, y yo cerré los ojos y apoyé mi frente en la puerta al escuchar su voz, mientras una sigilosa lágrima corría por mi mejilla-. ¿Will? -repitió- Will, abre la puerta.

Me di vuelta y recargué mi espalda en la madera sin hacer ruido para evitar hacer lo que me pedía. Ésta sería la despedida que tanto había deseado. Toda la despedida que podía esperar: escuchar su voz a través de la puerta. Me temblaron las manos mientras me las llevaba a la cabeza para pasar los dedos por mi corto cabello.

- Will, por favor… -me deslicé por la madera dejándome caer en el piso cuando los pedazos de mi corazón temblaron y se destruyeron hasta hacerse polvo-. Necesito hablar contigo… -susurró aún más despacio-. Sé que estás ahí -anunció.

Levanté la vista y miré a la puerta como si pudiera atravesarla con la mirada.

- ¡William Charles Black, abre la maldita puerta ahora mismo! -casi gritó. Fruncí el ceño. Nadie me había llamado así en años.

- Por favor vete, Meg… -susurré a través del nudo en mi garganta y la presión en mi pecho. Cuando volvió a hablar, lo hizo en un hilo de voz de nuevo.

- Will, por favor… necesito hablarte -me cubrí el rostro con las manos de nuevo.

- Lo siento -solté sin lograr ocultar ni una pizca del dolor que se retorcía por mi pecho-. Ya no debo hablar contigo, Meg -su nombre me quemaba los labios cada vez que lo pronunciaba. Mi cuerpo sabía que pertenecía junto a ella. Pero mi mente era la que tenía la razón, y ella me decía todo lo contrario.

- No puedes… no puedes dejarme tu también… -susurró casi imperceptiblemente. Ni siquiera la hubiera escuchado de haber sido un humano.

- No lo entiendes… -respondí- Debo hacerlo… -bufó por lo bajo y me estremecí de nuevo. La escuchaba llorar. Podía sentir su sufrimiento como si fuera el mío propio.

- Claro que lo entiendo -murmuró con la voz amarga. Abrí los ojos y miré a la puerta de nuevo-. Aunque creí que al menos merecía una explicación -agregó después. Ese tono de amargura me retorció las entrañas. Me puse de pie con mis manos aún temblando y encaré la puerta como si pudiera ver a Meg. Podía imaginarme cada detalle basado en lo que escuchaba y en mis recuerdos.

- ¿Eso es lo que quieres? -solté controlando mi voz lo mas que pude-. ¿Una explicación? -no dijo nada, pero pude escuchar como se enjuagaba las lágrimas con el dorso de la mano-. ¿Es eso? -insistí.

- Creo que la merezco, ¿no crees? -respondió levantando la voz. Supuse que si me iría de todos modos, bien podría explicarle las razones. Tenía que hacerle entender que no la dejaba por mi propia voluntad. Que no deseaba abandonarla o siquiera alejarme de ella en lo más mínimo. Tomé aire con fuerza y quité el seguro de la puerta antes de alejarme rápidamente y quedarme de pie a unos metros con la vista pegada al piso.

- Pasa… -murmuré entre dientes. El picaportes giró lentamente y la puerta se abrió sólo un poco- Aunque no creo que debas… -susurré luego en voz más baja, intentando escoger las palabras correctas. No podía decirle que no quería que entrara, tampoco que no podía verla… sólo no debía hacerlo. Esa era la palabra. Quería, podía... pero no debería.

La puerta terminó de abrirse y sentí sus ojos en mi rostro, pero no subí la vista. No podía enfrentarla. Su respiración estaba tranquila, pero el latido de su corazón era bastante acelerado. Entró al lugar con pasos dudosos y cerró la puerta tras de sí.

- No te acerques… -le pedí, y dejó de caminar. Ahora la advertencia era tomada más en serio que la última vez.

- ¿Estás bien? -susurró después de unos segundos de quedarse callada, y yo casi solté un bufido. Sólo asentí con la cabeza e intenté acelerar el asunto. Cada segundo que pasaba con ella me torturaba, pues sabía que bien podría ser el último.

- ¿Qué quieres saber? -pregunté escuchando cómo caminaba hasta el sofá lentamente.

- ¿Contestarás lo que sea que te pregunte? -asentí de nuevo. Ya no había nada que pudiera esconderle.

- De acuerdo… ¿por qué no me miras? -Maldición. No quería mentirle. No en nuestros últimos momentos juntos.

- Así es más fácil -susurré intentando evadir la pregunta.

- ¿Qué es más fácil?

- Marcharme… -solté en un suspiro por debajo de mi aliento. Pero pareció escucharme con claridad, porque se sentó en el sofá y se quedó muy quieta por unos segundos.

- Y ¿por qué debes irte? -su voz sonaba ahogada, y mi corazón se ahogaba con ella. Se me formó un nudo en la garganta.

- Por que sería peligroso para ti si yo me quedara, Meg…

- Creo que tengo edad para decidir por mi misma ¿no te parece? -negué con la cabeza y di un paso a atrás, pegando mis temblorosas manos a la pared que estaba a mis espaldas.

- No soy humano, Megan -solté con un tono mas amargo de lo que pretendía.

- ¿Eres de otro planeta? -dijo en tono de burla, pero pude percibir un dejo de curiosidad real detrás de sus palabras, detrás de su fachada.

- No… Sólo soy… diferente -respondí escogiendo cada palabra con cuidado.

- Entonces ya establecimos que no somos de mundos distintos -hice una mueca con la boca.

- Que haya nacido en la Tierra no significa que seamos del mismo planeta, Meg… Hay tantas cosas en mi mundo que no sabes… que jamás deberías saber -hizo una pausa y yo cerré los ojos aún con la cabeza hacia el piso.

- ¿Qué eres? -preguntó finalmente. Suspiré llenando mis pulmones y hablé mientras soltaba el aire de a poco.

- Es una larga historia…

- Pues sé administrar bien mi tiempo -contestó con tono orgulloso y testarudo-. Y de verdad preferiría que te acercaras. Estás comenzando a ponerme nerviosa.

- No debería acercarme… -susurré luchando contra el impulso de hacerlo.

- Bien. -dijo tan testaruda como siempre y la escuché acercándose a paso firme.

- Meg, no… -me quejé débilmente. En realidad no quería detenerla. Por suerte para mí, no me hizo caso. Continuó caminando hasta quedar a un par de pasos de mí.

- Me arriesgaré -anunció. Fruncí el ceño y clavé mi vista en mis pies-. Will -me llamó-. Mírame.

Cerré los ojos con fuerza, pero luego ya no pude resistir el impulso. Junté coraje y la miré finalmente. Casi solté un quejido al ver sus ojos. Se veían hinchados e inyectados con sangre, prueba de que había estado llorando. Tuve que hacer uso de todo mi autocontrol para quedarme quieto y evitar abrazarla y decirle que todo estaría bien.

- Escúchame bien -pidió mirándome directamente-. No te tengo miedo -dijo muy segura, remarcando cada palabra de la frase. Busqué en sus grandes ojos algún indicador de que mentía, y al no encontrar ni una pizca de duda, asentí levemente con la cabeza.

Se inclinó hacia adelante acercándose todavía más y quitó mi mano de mi espalda para luego remolcarme hasta el sofá. El contacto de su piel contra la mía hizo que se detuviera el dolor de mi pecho, así como también el temblor de mis manos.

- Dijiste que querías ser mi amigo ¿no? -hice una mueca con los labios-. Bueno, pues sélo.

Comencé por hablarle sobre los vampiros, y cómo mi familia había adoptado una dieta diferente a la convencional. Sólo necesitó su inhalador una vez, cuando le contaba sobre los Volturi. En realidad no tenían nada que ver con lo que narraba, pero mas que nada me guiaba por sus preguntas, contestando todo lo que pedía saber. Luego le narré un poco sobre mis abuelos. Sobre cómo un vampiro se había enamorado de una humana. Por alguna razón la idea le pareció extraña, pero no hizo muchas preguntas al respecto.

Le conté sobre mi madre, y sobre cómo ella era… especial. No encajaba ni en una raza ni en la otra, justo como yo. Eso me llevó a mi padre y a la historia del pueblo Quileute. Era extraño que pareciera entusiasmada por las mismas historias que me repugnaban. Las mismas que hacían que me temblaran las manos y se me erizaran los bellos de los brazos.

- No estoy segura de entender -me interrumpió cuando le contaba sobre como mi padre había esperado a mi madre.

- ¿Qué cosa? -pregunté. A estas alturas ya estaba todo mucho menos tenso que antes. Habíamos pedido comida china y habíamos almorzado en el sofá, sentados de modo que pudiéramos encararnos.

- La imprimación.

- Oh… es… es difícil de explicar -hice una mueca con la boca intentando buscar las palabras correctas. Me daba pánico decirle que ella era la mía. Simplemente era demasiado decirle a alguien de un momento al otro “por cierto, estamos destinados a estar juntos por el resto de nuestras vidas”. Quizá fuera mi imaginación, pero me parecía un poco drástico-. Es como amar a alguien. Pero sólo por que sí… como si todo encajara cuando se la encuentra. Es inevitable, como si algo más te ordenara qué hacer. Cómo si estuvieras atado de por vida a alguien, sin poder evitarlo.

Frunció el ceño y me miró con curiosidad por un segundo. Después sólo sacudió la cabeza un poco de lado a lado y continuó con el interrogatorio.

- Así que… corrígeme si me equivoco… ¿tu eres parte licántropo y parte vampiro? -hizo que sonara como una pregunta, así que asentí con la cabeza. Hizo una larga pausa meditando sobre el tema y mirándome como si intentara descifrar un difícil problema matemático-. ¿Y entonces? -soltó al fin.

- Y entonces ¿qué? -pregunté sin comprender.

- Bueno, dijiste que los licántropos y los vampiros eran enemigos naturales ¿cierto? -asentí de nuevo-. Ok… entonces ¿quién gana? Me refiero a cual parte gana y se manifiesta más. Si son enemigos naturales, debe ser como una lucha, ¿no? Como si cada quien intentara demostrar que supera al otro…

Me quedé callado pensando en sus palabras. Se imaginaba mi cuerpo como una lucha constante entre lobo y vampiro. Y al pensarlo con detenimiento, no era una idea muy descabellada. De verdad tenía sentido. Fruncí el ceño.

- Ayer ganó el licántropo. Tú lo viste.

- ¿Y si gana el vampiro? -me quedé callado esperando que entendiera las consecuencias que se darían si así fuera-. Oh… murmuró después de un momento de quedarse en silencio.

Me estremecí de siquiera pensar en lo que pasaría en una situación como esa. No quería siquiera pensarlo.

- Y ¿Qué comes? -preguntó en un susurro, como si se tratara de un tema prohibido. Miré a la pequeña mesa de centro que teníamos en frente con intención. Tomando una de las cajas vacías de comida china y levantándola en el aire con dos dedos-. ¿Sólo esto? ¿no bebes sangre?

- No. Yo… no quiero esto. Nunca lo quise -expliqué-. En teoría, si un híbrido deja la sangre, se vuelve mortal… humano. Y si un licántropo deja de transformarse, pasa lo mismo. Se vuelve humano. Eso es lo que quiero. Dejarlo todo. Ser normal…

- ¿Normal? Bromeas, ¿verdad? -la miré con atención-. Ser normal apesta, Will.

- ¿De qué hablas?

- ¡De que apesta! Los problemas, las limitaciones, las muertes, las enfermedades… -fruncí el ceño.

- No sabes de lo que hablas, Meg… -susurré.

- Tu tampoco -replicó. Me miró desafiante por unos segundos, pero no cedí en mi posición. Le devolví la mirada frunciendo el ceño y ella suspiró profundamente después de un momento y se dispuso a cambiar de tema de nuevo-. ¿Por qué te fuiste? -murmuró muy despacio, y las manos me temblaron.

- Ya no quería ser peligroso -respondí lentamente. Escogiendo con cuidado mis palabras.

- ¿A qué te refieres? -suspiré.

- Hasta los catorce años sólo era un híbrido -expliqué-. Parte humano, parte vampiro. Podía controlar la sed y los poderes bastante bien, sólo que no del todo. La sed se siente algo así como si tuvieras el interior de la garganta en carne viva, como si algo lo estuviera quemando lentamente, como si intentaras beber hierro fundido -le expliqué e hice una pausa para ver su reacción, pero su cara de póker era perfecta-. Fuimos de cacería un día. Era la primera vez que salíamos solos mi hermana y yo. -Solté un bufido- Se suponía que yo la cuidara. Percibimos el olor de una persona que acampaba en el bosque. Lexy sugirió que volviéramos, pero yo insistí. Pensé que no pasaría nada. Pensé que podría controlarme. Al momento en el que comencé a cazar todo se me fue de las manos. No era yo mismo en ese momento, o al menos eso me gustaría pensar.

Meg sólo me miraba con atención, sin interrumpirme… sin decir una palabra.

- Ni siquiera me di cuenta de que el aroma era familiar. Verás, en ese entonces no se me permitía ver a muchas personas. No se me permitía socializar demasiado por mi acelerado crecimiento. Todo el mundo notaría si crecía dos centímetros por día. Pero había alguien con quien sí solía pasar el tiempo. Una amiga, supongo. Una novia, quizás. No estaba acampando, sólo caminaba por el bosque, quizás hasta buscándome.

Me quedé callado cuando las manos me temblaron, y Meg las miró detenidamente.

- Lo siento… -susurré restregándolas una con la otra para detenerlas, como si intentara calentarlas. En lugar de alejarse se acercó más y apoyó una de sus pequeñas manos sobre las mías. El temblor se detuvo de nuevo, como siempre que me tocaba. Me quedé mirando nuestras manos juntas y deseé que para ella significara tanto como para mí, que le provocara lo mismo que a mí. Cerré los ojos cuando una voz en mi interior me recordó que una vez que terminara la historia, todo lo que provocaría en ella sería temor.

- Continúa… -me alentó. Tomé aire.

- No fui capaz de evitarlo. Mi hermana lo intentó. Sabía lo que sucedería e intentó detenerme, pero era demasiado tarde. La sed me había ganado. Lexy no pudo hacer más que mirarme mientras mataba a una de las personas que más quería. No tuvo chance de hacer algo. Cuando el corazón de Rebbeca dejó de latir me sentí asqueado conmigo mismo. Con lo satisfecho que me sentía. Al mirar su cuerpo sin vida por mi causa algo cambió dentro de mí. Algo se desató. Fue la primera vez que me transformé.

Hice una pausa y me limpié el rostro. Jamás me permitía a mi mismo pensar en eso. Jamás podía revivir el dolor sin desmoronarme. Me animé a ver a los ojos a Meg, que lloraba en silencio pero sin miedo en sus facciones.

- Cuando me transformé, Lexy intentó acercarse y de haber sido humana la hubiera matado también. Sólo recuerdo el quejido de dolor cuando intenté alejarla y terminé haciéndola volar por los aires por un golpe directo al pecho. Ella sólo tenía diez años en ese entonces… Aunque aparentaba algunos más -un largo silencio siguió a mis palabras. No me atreví a mirar a Meg. Sólo me quedé quieto escuchando su silencioso llanto y deseando poder controlarme también.

- ¿Fue ahí cuando huiste? -preguntó dudosa finalmente. Negué con la cabeza.

- No, después de eso me encerré en mi cuarto por semanas. No aceptaba la idea de seguir siendo lo que era. Y sólo para empeorarlo, cada vez que pensaba en lo que había hecho la transformación era inevitable. Jamás supe lo que fue del cuerpo de Beky. Supuse que mi familia se había encargado del tema, pero nadie nunca dejó que yo lo supiera. A partir de entonces no volví a probar la sangre.

- ¿Tampoco de animales? -parecía sorprendida, definitivamente esa no era la emoción que se suponía que tuviera.

- No, tampoco -respondí. Soltó un silbido y yo tomé aire para seguir.

- Mi familia no estaba de acuerdo. Creían que sólo me estaba torturando. Que la sed era una especie de castigo por lo que había hecho.

- ¿Y no era eso lo que hacías? -preguntó escéptica levantando una ceja. Fruncí el ceño. No pensé que debiera mentirle, esa era una de las razones, pero tampoco me apetecía admitirlo.

- No quería que volviera a pasar. No quería arriesgarme. Y ellos sólo insistían en que saliera a cazar, así que un tiempo después me escapé. He estado por mi cuenta desde entonces.

Bajó la vista y se quedó callada, apretando los labios como si hubiera algo que no quisiera dejar escapar.

- ¿Qué sucede? -pregunté.

- Nada -respondió sin mirarme.

- Dime -pedí buscando su mirada-. ¿Quieres marcharte? No te lo impediré -aseguré esforzándome por resignarme.

- No es eso… -negó con la cabeza haciendo que yo lograra volver a respirar- es sólo que… no te gustará.

- No me enojaré -dije con la voz seria, intentando que lo entendiera como una promesa.

- Sí lo harás… -me advirtió.

- Ok, no me digas -repliqué.

- Es sólo que… -jaja, sabía que funcionaría- Bueno, aún no entiendo porqué también quieres irte de aquí. Parece que lo único que haces es huir cuando las cosas te atemorizan.

Ok, eso sí dolió.

- ¿No lo entiendes? No quiero que te pase lo mismo que a Beky, Meg.

- Creo que lo que pasó con Beky fue un accidente. Algo terrible, no lo niego… pero un accidente al fin -comencé a negar con la cabeza, pero no dejó que hablara-. No fue algo que pudieras controlar, Will.

- No sabes de lo que estás hablando, Meg -me quejé.

- No estabas en tus cabales -argumentó.

- Eso no cambia nada, soy lo que soy. Y mientras lo sea, no podré hacer nada contra ello.

- “Soy lo que soy” Bah… ¿y qué rayos se supone que quiere decir eso? -bajé la voz de nuevo e intenté tranquilizarme. No quería asustarla, pero no podía mentirle tampoco.

- Soy un monstruo, Megan -susurré en un hilo de voz.

- Yo te veo igual que siempre -respondió con el mismo tono. Su mano libre se apoyó en mi mejilla haciendo que cerrara los ojos.

- Siempre he sido un monstruo -repliqué casi sin volumen. Negó con la cabeza.

- No para mí… -me alejé por sus palabras y se me erizaron los bellos de la nuca. No podía haberla escuchado bien. La repulsión y el alivio se mezclaron dentro de mí haciendo que no estuviera seguro de lo que decía.

- El hecho de que esté en mi forma humana no significa que sea un humano… Aunque no lo creas, hay cosas peores acerca de mí.

- ¿La sed? -adivinó. Asentí con la cabeza.- ¿Quieres morderme ahora? -preguntó en voz baja. Lo consideré un momento. Mas que nada, lo que quería era besarla, justo ahora que me miraba a los ojos directamente, con su mano apoyada en mi rostro y sus dedos quemando mi piel. Pero había otro deseo, uno que siempre estaba latente en el fondo de mi cabeza. La sangre corriendo por sus venas también me llamaba. También me resultaba atractiva… apetecible. Miré por una fracción de segundo la aterciopelada piel de la mano que mantenía sobre las mías y suspiré profundamente.

- Sí -respondí con un hilo de voz. No pude mirarla a los ojos al pronunciar esa palabra. Esa que la repelería, que le haría entender el peligro que corría.

- ¿Lo ves? -preguntó y buscó mis ojos con los suyos, haciendo que levantara la vista. La miré con el ceño fruncido-. No eres un monstruo porque quieras hacer algo malo, Will. Te hace humano el evitarlo.

Cuando hurgué en sus ojos buscando alguna señal de que mentía, no fui capaz de encontrarla. Pero cuando me perdí en esa mirada, no fui lo suficientemente fuerte. Esta vez me fue imposible evitarlo. Lo había estado conteniendo por tanto tiempo, que en ese momento estaba fuera de mis posibilidades el seguir ignorándolo. Acorté la pequeña distancia entre nosotros y suspiré cuando la sentí estremecerse cuando estampé mis labios sobre los suyos.

14 comentarios:

  1. waaaa soy la primeraaa :D
    en fin k me encanto el cap
    sigue así
    espero el proximooo
    bssss

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  2. andripili-swansea,

    UUU!! natu, còmo me haces sufrir!! pobre will, q pena, lo que le pasò es horrible, y què hermosa Meg, en consolarlo....
    la verdad està historia me trae loka,
    ayer termine de leer "La vida de Bree" muy muy triste, odio a victoria y riley, sòlo tu historia me sacò el sabor amargo que tengo desde que la termine el libro.ç
    Asi que gracias gracias por publicar tan puntualmente, no imagino lo que te costarà,
    porque tienes tus cosas y sin embargo siempre nos estas aki pra todas tus lectoras
    gracias miles!!!
    Adoro a Will, tienes la capacidad de crear hermosos personajes,,,, ahhh suspiros!!

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  3. Auuuuuuuuuuuuuuuu!!! Natyy!! me encanto el capiiiiii!!! pobre willl, me da mucha pena x lo qe esta pasandoo pero me encanta qe meg sea tan buena y lo consuele.. y qe no le de miedo...
    ME ENCANTA ESTA HISTORIAAA
    ojala will recapacite y deje esa estupida idea de alejarse de meg...
    estare esperando el proximo capituloo con ansias
    ME ENCANTA WILL(L)

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  4. ACASO WILL YA ENCONTRO SU PROPIA BELLA? AUUUUUUUUUUUUUUUU

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  5. Hay que triste, pobre Will. que miedo tener que separarse de su impronta, y que dolor. Naty te quedo hermoso el capitulo... yo crei que si se iba a ir con nessie y jake, a ver si aparecen en la hitoria.

    Saludos.

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  6. hya diosss sisii q capiiii me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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  7. Naty Celeste OMMG!!! Dios mio estuvo genialisiiisimooo este capitulo ensrio tengo una sonrisa de oreja a oreja Gracias gracias por este capitulo aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!!!! te amoo Will.... cruda la hisrtoria de Becky pero divino el capitulo miles de abraszos mi Naty y aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaauuuuuuuuuuuuu

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  8. 'Awww OMG no se qomo puedoo esperar tantoo para el prox. qapii de seguroo las qieroo muchoo haha me enqantto esperoo el otroo asi mucho muchooo;

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  9. ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.....................me encantaaaaaaaaaaaaaaaa
    lo adoro
    te adoro naty
    demonio soy la nvena o mas no lo se
    pero bueno casi me desmayo con este capitulo

    lo adorooooooooooooooooo
    no tengo aotra palabra
    GENIAL
    estupendo
    TODO
    SIIIIIIIIII!!!!!!!!!!!

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  10. OMG OMG!
    O.O!
    ME HA ENCANTADO EL CAPITULOOOOO!

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  11. aaa...amo a will....es un encanto...y meg....dios....son tal para cual...un cabezota...con una peor...esto cda vez se pone mejor....espero la continuación...!!!!!!!

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  12. que tiernooooooooooo..
    me mato la ultima fraseeee..!!!!
    meg es tan comprensivaaa, lo entiende demasiado bien para haber vivido lo que sufrio....
    willl...ahora esta como mas centradooo..
    me encanta esta faceta de el, asi enamoradoooo...
    siento q de alguna forma es como su padre...jaja
    me mata la párte en qe considera volver a su ksa...seria lo mas lindo, que vuelva con meg asi todo la cnocennn ay que divinooooooooooooooo..!!!!

    espero el proximo capitulooo
    este ha sido maravillosoo..!!!
    besos enormes..!!!

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  13. Uuy! Este capi estuvo lindo ^^
    Ooouh ese Will y esa Meg, tan comprensiva.
    Quiero a uno asi... XD jajaja

    BL's mi Naty :D

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  14. ooooooooooooo
    me encantooooo!!! jajaja esta supeer AMO a Will

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Por favor dejanos tu !!AULLIDO!!... asi es, !!TU AULLIDO!!
Y que se escuche fuerte y claro ya que son los que nos alimentan a seguir escribiendo^^
Ademas seras recompensado con un Edward, o el Cullen o lobo que quieras... (Menos Jacob, ese es !MIO!)XP
Kokoro



AULLA!!

Pueden robarte cada frase, cada palabra, cada suspiro y hasta el ultimo de los alientos. Pero, hay algo que tu sabes y que todas sabemos... aunque te roben todas tus ideas siempre tendras mas y mejores, por que luego de cada golpe siempre volveras mas fuerte.
Gracias Annie...